“El día que me traigan una prueba contra el obispo Barros, voy a hablar. No hay una sola prueba en contra, todo es calumnia”, dijo el Papa Francisco en Iquique respondiendo a periodistas. El obispo de Osorno, Juan Barros, agradeció al Papa Francisco y emplazó a quienes lo acusan de encubrir los abusos sexuales cometidos por el sacerdote Fernando Karadima, a presentar las pruebas.
De inmediato, el arzobispo de Boston, cardenal Sean O’Malley, presidente de la Comisión Pontificia para la protección de menores, emitió un comunicado: “es comprensible que las declaraciones del Papa Francisco de ayer (18 de enero) en Santiago de Chile han sido motivo de gran dolor para los sobrevivientes de abusos sexuales cometidos por el clero o algún otro perpetrador”. Agrega que “las palabras que llevan el mensaje ‘si no puedes probar tus acusaciones entonces no se te va a creer’, abandonan a aquellos que sufren reprensibles violaciones criminales de su dignidad humana y relegan a los sobrevivientes a un exilio desacreditado”, expresó.
En su habitual conferencia de prensa durante el vuelo de regreso a Roma, el Papa agradeció esas palabras de O’Malley y ante la pregunta: “¿Por qué le cree más al testimonio del obispo Barros y no al de las víctimas?”, Francisco reconoció que “la palabra prueba es la que me traicionó, yo hablaría de evidencia” ya que “el caso de Barros se estudió y se reestudió y no hay evidencia, afirmó el Papa, eso es lo que quise decir, no tengo evidencia para condenarlo”. De inmediato pidió perdón: “porque la palabra prueba ha herido a tantos abusados”.
Revelan antiguas cartas
El pontífice sorprendió por el duro trato descalificador a los denunciantes, pues apenas 24 horas antes había dicho, en la eucaristía de Temuco: “No se puede pedir reconocimiento aniquilando al otro, porque esto lo único que despierta es mayor violencia y división”.
Sin embargo, se supo que en 2015 el Papa había recibido una carta de ocho páginas firmada por Juan Carlos Cruz, uno de esos acusadores, que contenía su testimonio contra el obispo Barros y que O’Malley se la había entregado personalmente.
Pocas semanas antes se había difundido otra carta, ahora del Papa dirigida al Comité Permanente del Episcopado chileno, en la que reconoce preocupación por los daños que provocaría el caso de Karadima en Chile y que el Nuncio Apostólico en Chile intentó encontrar una manera de contener el daño antes de que el caso saltara a la luz pública en 2015. “Muchas gracias por manifestar abiertamente la inquietud que en estos momentos tienen respecto al nombramiento de Mons. Juan Barros Madrid”, escribió, además reconociendo que “comprendo lo que me dicen y soy consciente de que la situación de la Iglesia de Chile es difícil debido a todas las pruebas que han tenido que soportar”, dice la carta de Francisco. En ella, según contó en su conferencia de prensa en el avión al regreso desde Perú, dice que un integrante del episcopado chileno le sugirió pedir a los obispos formados por Karadima que “era mejor que renunciaran. Entregaran sus renuncias y se les diera un año sabático”.
Con estos antecedentes ¿cómo se entiende que el Papa pida evidencias a quienes acusan a Barros de encubrir a Karadima? El obispo de Rancagua, Alejandro Goic, presidente del Consejo nacional de prevención para los abusos dijo recientemente a la revista ‘Sábado’: “pienso que el Papa se refería a un problema judicial y quizá no logró que sus asesores le hicieran comprender más a fondo que no es un problema judicial, sino que de prudencia pastoral”.
Ofensivo y doloroso
Ante la defensa del Papa a Barros, el denunciante Juan Carlos Cruz aseguró que “hay testigos que indican que enviaron al cardenal [Juan Francisco] Fresno, entonces Arzobispo de Santiago, una carta acusando al sacerdote Karadima, ya en los años 80, por sus abusos. El secretario personal del cardenal, era el propio Juan Barros. Él se ocupó de eliminar la carta. Estas pruebas están en la causa y en el fallo de la ministra Jessica Gonzalez“, aseguró Cruz aludiendo a quien llevó el proceso en la justicia civil.
“El obispo Barros, después de haberse hecho pública la acusación contra Karadima, informó Cruz, viajó al Vaticano junto a los obispos (Andrés) Arteaga, (Tomislav) Koljatic y (Horacio) Valenzuela para reunirse con monseñor Luis Ladaria Ferrer, (entonces) secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, para intentar blindar al sacerdote Karadima y desacreditarnos a nosotros, a través de decenas de cartas de personas cercanas a él. Esta información hoy es pública”, acusó.
Junto a Andrés Murillo y James Hamilton en conferencia de prensa expresó: “Lo que ha hecho el Papa hoy es ofensivo y doloroso, y no sólo con nosotros, sino contra todos quienes luchan por crear contextos menos abusivos y más éticos en lugares como la Iglesia Católica. También confirma que aún hay mucho por hacer, y seguiremos en este camino”.
En una controversia de esta magnitud sorprende que el Presidente de la Conferencia Episcopal, obispo castrense Santiago Silva, diga que “apoyamos absolutamente la decisión del Santo Padre, y desde la comunión y unidad procuramos cumplir nuestra tarea de pastores”. Añadiendo, en relación a las expresiones de Francisco: “Hay que leer lo del Papa como una petición de que, si alguien tiene algo que decir, que constituya una acción que lo invalida para ser pastor, la presente”.
Prudencia pastoral
Para muchos no es fácil entender que los argumentos y las evidencias entregados en Chile y en la Santa Sede no hayan sido considerados. Al contrario, según las propias palabras de Francisco parece que él ha tenido buena y amplia información de estos hechos. Por ello no extrañan las duras expresiones que se han escuchado respecto al Papa, al Nuncio y a los obispos. Sobre todo porque a las justificaciones a favor de Barros se sumó su cercanía al Papa durante toda su visita a Chile.
El asedio periodístico fue fuertemente estimulado por esa presencia cercana de Barros con Francisco, en todos los actos masivos, lo que en opinión de obispos y sacerdotes opacó el protagonismo del Papa. En entrevista posterior el obispo Goic dijo que “él debió haberse restado, por prudencia evangélica y por prudencia pastoral, porque él sabe que su persona, más allá de su inocencia o culpabilidad, es una figura controvertida. Quien debía brillar en ese momento era el Papa y por eso he dicho, sin hacer juicios sobre Barros, que me dejó un sabor amargo”.
Dos días después de su regreso a Roma, en la audiencia general de los miércoles, se refirió a este viaje a Perú y Chile diciendo que “todo salió bien” y agradeciendo a todos los que lo recibieron. Respecto a su estadía en Chile dijo que “estuvo precedida por algunas manifestaciones de protesta, por diversos motivos; que han hecho aún más vivo y actual el lema de mi visita: «Mi paz os doy» (…) Allí tuve ocasión de reunirme con todas las realidades del país. Alenté el camino de la democracia chilena, como espacio de encuentro solidario y capaz de incluir la diversidad, con el método de la escucha, especialmente de los pobres, los jóvenes, los ancianos, los migrantes y la tierra”.
Hasta entonces todo parecía definido y claro. ¿Qué motivó, entonces, al Papa Francisco a escuchar a quienes denuncian a Barros enviando al arzobispo de Malta, Charles Scicluna? El paso de este arzobispo por Chile y las esperanzas que generó será el tema del próximo y último capítulo de esta serie.