‘Memorias desvergonzadas’ (Almuzara) se adscribe a ese género tan poco cultivado en nuestro país, denominado ‘memorias intelectuales’. En sus páginas encontramos el itinerario vital y profesional de uno de nuestros mayores intelectuales vivos, incardinado en el progreso de unos años clave como la Transición, así como las lecturas y personalidades que moldearon su forma de ver el mundo. Por sus páginas desfilan políticos, intelectuales, periodistas, religiosos… Desde Chomsky a Gabilondo pasando por Javier Solana o el Padre Llanos.
PREGUNTA.- Este libro es un verdadero ejemplo de falta de desmemoria…
RESPUESTA.- Sí, quiero recuperar lo que es la base de nuestra individualidad y de nuestra cultura. Siempre se es selectivo pero el cruce entre lo personal y la historia a todos nos enriquece.
P.- ¿Cómo está España?
R.- Pues no está en su mejor momento. Esto solo se endereza si hay un cambio real en la cultura y educación de los ciudadanos. Todo se ha enrevesado desde una superficial Transición. Sobra miedo y falta energía. Y eso lo hace el pueblo o no lo hace nadie. Hay que incrustarse en la sociedad.
P.- Habla de Carmen Díaz de Rivera, a quien tuvo mucho cariño… ¿Cómo podía llevarse tan bien con la ‘Musa de UCD’, siendo tan de izquierdas?
R.- Discutíamos mucho, siempre con cariño. Ella me decía que yo era demasiado anarcoide y que debíamos ser realistas. La palabra realismo habría que traducirla muchas veces como conformidad. Era una mujer bella, inteligente y generosa.
P.- Sé de comidas con Umbral, el padre Llanos… ¿Cómo eran?
R.- Fueron comidas estupendas y donde rebosaba la amistad, la crítica amable y el humor. Lo digo con mucha melancolía.
P. ¿Cómo son sus recuerdos con los jesuitas? ¿Cuál es la gran virtud de la Compañía?
Los recuerdos son más positivos que negativos. Aprendí de ellos la disciplina intelectual y el afán por la lectura. También tengo recuerdos de cierta ternura. Es lo que he dejado escrito en mi libro sobre Comillas.
