Un hogar en Perú para los hijos del éxodo venezolano

Inmigrantes venezolanos en Perú

“En Venezuela tenía mi casa, mi trabajo. Soy graduada en Contabilidad, pero la situación difícil que vive mi país hizo que decidiera venirme con mi familia a Perú. Una vez que nos vinimos, fue como un giro en nuestras vidas. Uno, cuando sale, no siente el choque de lo que significa dejar tu tierra; eso lo sientes una vez que llegas, cuando no encontraba un espacio para mí y mis hijas”. Esta es solo una parte de la historia de una madre venezolana que llegó a Perú hace unos meses y que, actualmente, reside con su familia en la Casa de Acogida al Migrante Beato Juan Bautista Scalabrini. Este refugio temporal es un espacio cedido por las religiosas de Santa Ana y que se ubica en el distrito de Magdalena del Mar, en Lima. Iniciativa de la Conferencia Episcopal, cuenta con el apoyo de ACNUR y de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Ante todo, es un lugar de paso que quiere servir de ayuda al creciente número de migrantes venezolanos que carecen de los recursos para poder establecerse en Lima, permitiéndoles ubicarse en la ciudad y brindándoles un refugio temporal hasta que consigan un trabajo. Según el último informe de la Superintendencia Nacional de Migraciones (SNM), ya hay en Perú 462.661 personas procedentes de Venezuela. Aunque no todos permanecen en el territorio; según cifras oficiales, hasta 191.544 refugiados han salido de Perú por alguna de sus fronteras.

En este tenso contexto, ha brotado con fuerza la acción de la Iglesia local, movilizándose numerosas congregaciones y parroquias, a lo que se suma la creación del Centro de Información y Orientación al Migrante Venezolano, en la misma sede del Episcopado, espacio que brinda asesoría legal a cargo de profesionales en la materia. Jairo Guidini, escalabriniano y secretario ejecutivo de la Pastoral de Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal, nos comenta que esta iniciativa surgió ante la crisis que vive Venezuela: “La Iglesia nos pide acciones. Por eso se busca darles una atención jurídica, porque ellos muchas veces no saben qué documentos necesitan y cuáles son sus derechos y cuáles podrían ser fácilmente vulnerados”.

Casa de Acogida al Migrante

Desde esta oficina, dependiendo de los casos en los que se requiera un albergue, se deriva a las personas a la Casa de Acogida al Migrante. Esta tiene como director a Luiz do Arte, también escalabriniano, proveniente del Brasil: “La casa ofrece un lugar para dormir, para comer y estar cómodamente seguro; un espacio que no solo busca albergar, sino empoderar a los migrantes para que se valgan por sus propias capacidades”. También cuentan con un área de escucha, puesto que todos ellos padecen una tensión muy fuerte derivada de la separación de su hogar y familia.

Aquí también nos encontramos con José Rafael Pineda, un joven venezolano que trabaja como asistente social y que igualmente vive la experiencia de ser migrante: “Hay una variedad de cargas y situaciones en cada uno de los que llega a esta casa. Llegan con problemas psicológicos por toda la travesía experimentada, y hay que saber escucharlos para orientarlos mejor. A veces, se me hace un poco difícil a causa de sus historias narradas, pero siento mucha empatía porque se trata de mi misma situación, y siempre trato de sacar una sonrisa”.

También hay iniciativas implementadas por otras parroquias y comunidades cristianas, tanto en Lima como en otras regiones del Perú, especialmente en la costa. Una de estas se realiza en la parroquia Nuestra Señora del Camino, en Ate (distrito al este de Lima), donde las religiosas franciscanas misioneras de María trabajan con los venezolanos que viven en la zona, considerando que, dada la cercanía de fábricas y centros comerciales, es más probable que ellos obtengan alguna salida laboral, aunque con ofertas propias de mano de obra barata. Todos los miércoles celebran espacios de diálogo. La hermana Mercedes Mays, una de sus impulsoras, percibe que “ellos se van sintiendo libres y en confianza para expresar sus emociones; se sienten escuchados y se les brindan orientaciones. Son muchas carencias, y por ello buscamos que no apaguen su espíritu de sacrificio y de valores”.

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