Paolo Ruffini, prefecto del Dicasterio para la Comunicación, cree que no hay que ‘cancelar’ las obras de arte de Marko Rupnik

Pide esperar a que se cierre el caso y reitera que “quitar, borrar o destruir arte nunca ha sido una buena opción”

La figura de Marko Rupnik, artista esloveno que ha sido expulsado de la Compañía de Jesús por las múltiples acusaciones de abusos en su contra (todas ellas, a cargo de religiosas cuyo carisma él mismo impulsó décadas atrás) y cuyo caso está siendo investigado por Doctrina de la Fe por si también se decreta su expulsión del sacerdocio, sigue siendo muy controvertida. Hasta el punto de que muchas comunidades eclesiales decoradas con sus reconocidos mosaicos se están planteando si los retiran o no.



Un dilema al que se ha enfrentado estos días Paolo Ruffini, prefecto del Dicasterio para la Comunicación, cuando, al terminar una conferencia en la localidad estadounidense de Atlanta, donde había ido para participar en la Conferencia de Medios Católicos, en el turno de preguntas se le cuestionó sobre por qué en las redes sociales vaticanas sigue siendo habitual utilizar imágenes de los mosaicos de Rupnik.

No se debe juzgar

El comunicador italiano, cuya respuesta fue recogida por National Catholic Reporter (NCR), empezó sosteniendo que la investigación del Vaticano sobre Rupnik aún no se ha cerrado, por lo que “anticipar una decisión es algo que, en nuestra opinión, no es bueno”. Además de que, “como cristianos, se nos pide que no juzguemos”.

Pero, entrando de lleno en el debate de si los malos actos de un artista pueden justificar la eliminación de su obra, Ruffini fue claro y concluyó que “quitar, borrar o destruir arte nunca ha sido una buena opción”. Para lo cual puso el ejemplo de Caravaggio, artista italiano que, tras fallecer en 1610, pese a ser de dominio público que había asesinado a otro hombre, nunca dejó de ser considerado uno de los grandes genios de la pintura universal.

Puede ser “inspirador”

Por todo ello, el representante vaticano zanjó que censurar el arte de Rupnik, en cuanto a que puede ser “inspirador” a nivel espiritual, “no es una respuesta cristiana”.

Con todo, lo más polémico fue cuando, sobre las acusaciones concretas de abusos, matizó, que, aunque “la cercanía de la Iglesia a las víctimas es clara”, en este caso concreto, “no estamos hablando de abusos a menores”, sino “de una historia que no conocemos”. “No creo que tengamos que tirar piedras pensando que esta es la forma de curarnos”, remachó.

Cierre de la Comunidad de Loyola

Mientras la investigación vaticana sigue su curso, la última novedad se dio en diciembre, cuando trascendió que la eslovena Comunidad de Loyola, una de las dos grandes obras espirituales de Rupnik junto al romano Centro Aletti, se abocaba a su extinción. Así lo adelantó entonces el medio portugués Sete Margens, que informó de que al Arzobispado de Ljubljana ya le constaba la decisión del Dicasterio para la Vida Consagrada de cerrar esta comunidad de vida religiosa femenina que el reconocido mosaiquista ayudó a fundar en los años 80.

Esta tajante postura ya se le había comunicado unas semanas antes a Daniele Libanori, obispo auxiliar de Roma y comisario vaticano que había realizado una visita canónica para conocer la situación del instituto religioso.

Cese de Ivanka Hosta

El primer fruto de esta investigación ya había llegado hace ahora un año (aunque se conoció varios meses después, tras destaparlo también Sete Margens), cuando el Dicasterio para la Vida Consagrada destituyó a Ivanka Hosta como superiora de la Comunidad de Loyola al considerar que ejercía “un estilo de gobierno lesivo a la dignidad y los derechos de cada una de las religiosas que forman parte de ella”. Se ratificaba así la investigación del jesuita Libanori, que, entre octubre de 2020 y julio de 2022, fue enviado por el Vaticano como comisario para estudiar los hechos.

Tras tener acceso el medio portugués al “decreto disciplinar”, se conocía que se aplicaba a la religiosa una “amonestación formal” en la que se recalcaba la “prohibición de asumir cualquier cargo o función gubernamental, así como dirección espiritual dentro de la Comunidad Loyola”. Además, se la conminaba a establecer su residencia “en la comunidad que este instituto tiene en Portugal”. Eso sí, con la “prohibición de contactar, directa o indirectamente, con las monjas o ex monjas de la Comunidad de Loyola por un período de tres años”.

La última medida era la obligatoriedad de “peregrinar una vez al mes, durante un año, a un santuario mariano fácilmente accesible desde su residencia”, donde “deberá rezar por las víctimas del comportamiento del P. Marko Ivan Rupnik y por todas las monjas de la Comunidad de Loyola”.

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