Las cifras revelan el nivel de violencia. En 2005 fueron asesinados por el crimen organizado 1.500 personas. Un año después subieron a 2.700. En 2008, fueron cerca de 5.400. Y en los dos primeros meses del este 2009 ya se alcanzó la cifra de 1.113 personas asesinadas.
Tráfico de personas
La Iglesia se ha pronunciado de múltiples formas contra la corrupción y el crimen organizado. Son numerosas las cartas pastorales exhortando a la conversión, al arrepentimiento de los criminales y a denunciar sus fechorías. Las conclusiones de la última Asamblea del Episcopado (CEM) piden a los creyentes a “no ser parte de las redes del delito”. Monseñor Raúl Vera López, OP, se pronunció hace unos días contra la corrupción que permea el sistema electoral y “pone en peligro el proceso democrático del país”. El mismo presidente de la CEM ha hecho, en múltiples ocasiones, llamados al cese de la violencia y a aplicar la ley para que prime la paz y se respete la seguridad de los ciudadanos. La Comisión de Justicia y Paz del Episcopado emitió recientemente un gran documento a favor de los derechos humanos que establece la urgencia de aplicar la ley y acabar con la impunidad, sobre todo de las autoridades que abusan de su poder. Por su parte, algunos pastores de la propia Iglesia han sufrido en carne propia los crímenes de las bandas. Muchos han sido víctimas de extorsión y amenazas y, en ocasiones, hostigamientos a ellos o a sus familiares, como el caso del secuestro y homicidio de la adolescente Karina Reyes, sobrina del arzobispo de Xalapa, Hipólito Reyes.
Corrupción generalizada
En el sexenio pasado hubo una deserción de casi 130.000 de un total de 280.000 soldados. El representante de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos en México ha reiterado que es indispensable sacar al Ejército de las tareas de combate al narcotráfico y formar una policía federal que tenga competencia para la investigación en el lavado de dinero. En los últimos meses, muchos obispos han coincidido con este posicionamiento. Pero los civiles no están exentos de corrupción. A principios de este año, seis de los altos mandos de la Policía Federal dedicados a la Inteligencia fueron detenidos por pertenecer al cártel de los hermanos Leyva. Espiaban desde la oficialidad a sus rivales en el crimen. Son cientos los detenidos que pertenecían a los cuerpos policiales en todo el país.
La violencia se da, en muchas ocasiones, por la disputa del control de las plazas y de las rutas de transporte de droga. Los cárteles no sólo venden droga, sino también mercancía pirata, controlan el secuestro de empresarios y personas ricas, promueven y controlan la prostitución y el comercio ilegal en general. Los grupos más importantes son cuatro: el de Sinaloa, el de Tijuana, el de Juárez y el del Golfo (los ‘zetas’). Sin embargo, existen otros cárteles menores en luchas por consolidar su fuerza y territorio, como son ‘los hermanos Leyva’, ‘El Milenio’ y ‘los Arriola’. Usualmente compran a los jefes locales de la Policía y operan con bastante impunidad. Las rutas del narcotráfico son muchas y variadas. Los medios más usados son tráileres con doble fondo, lanchas rápidas, submarinos y aviones pequeños. Paradójicamente, los aviones no son detectados por los radares de la Fuerza Aérea Mexicana. Las plazas más disputadas son las turísticas, como Acapulco o Cancún y, por supuesto, las fronterizas con EE.UU. De ahí que las diócesis de la frontera sean las más afectadas por la violencia, como Ciudad Juárez, Tamaulipas o Tijuana.
‘No basta observar’
Según las Naciones Unidas, la marihuana (162,4 millones de consumidores), la heroína (11,3 millones) y la cocaína (13,4 millones) siguen registrando millones de consumidores en el mundo. Hace cuatro años, cerca de 200 millones de personas en el mundo entre 15 y 64 años -el 5% de la población mundial- usó dogas ilícitas al menos una vez en los últimos doce meses; en los EE.UU., en 2007 fueron 35,7 millones de personas. Así, es evidente que mucha producción se haga por la demanda y no tanto por la oferta. En términos de cultivos ilícitos, el de la marihuana está difundido por todo el mundo. La producción de cannabis en México, según la ONU, fue de 7.400 toneladas, ocupando el primer lugar mundial y habiendo aumentado en más de un 65% con respecto a 2006. Se cultiva en pequeñas parcelas y no en grandes extensiones, lo que significa que miles y miles de campesinos participan en esta tarea primera de producción de droga. Con frecuencia, agentes de pastoral saben de la existencia de estas pequeñas parcelas y las denuncian con el párroco, y éste con el obispo, pero cuando el obispo acude a la autoridad, no siempre es “prudente” hacer la denuncia, pues la autoridad puede estar coludida con aquéllos que serán denunciados. En el caso de la parroquia de Ixtapaluca, ¿cómo acudir a la autoridad si es ella la cabeza del delito? Los creyentes aún recuerdan el impune crimen del cardenal Posadas, presuntamente confundido entre bandas de nar- cotraficantes. Muchos mueren por “saber demasiado”.
El círculo virtuoso para combatir la violencia significa, entonces, según los expertos, un combate contra la pobreza que orilla a cientos de miles a unirse a las redes del crimen.
Recojamos, para terminar, lo dicho por los obispos de Guerrero en una carta pastoral sobre el narcotráfico: “Saludamos a todos los fieles católicos y a todas las personas de buena voluntad, asegurándoles que la presencia del Señor Jesús es garantía de que todos los esfuerzos para construir la paz en medio de la violencia desatada por el crimen organizado no serán vanos: ‘Sean valientes, no teman, yo he vencido al mundo’. La esperanza que el Señor siembra en nuestros corazones es el motivo fundamental para no claudicar a esta tarea necesaria para edificar una sociedad más justa y fraterna donde resplandezca la Paz del Señor”.
En el nº 2.653 de Vida Nueva.