La polémica en torno al preservativo ensombrece un viaje repleto de llamamientos por la paz y la justicia
En el B777 de Alitalia, el Papa respondió a seis preguntas de los 60 periodistas que le acompañaban. La quinta se la formuló Philippe Visseryas de la televisión France 2: “Entre los muchos males que afligen a África, figura en concreto el de la difusión del sida. La posición de la Iglesia católica sobre el modo de luchar contra ella es considerada con frecuencia poco realista y poco eficaz. ¿Tocará este tema durante su viaje?”.
La respuesta literal del Pontífice es: “Yo diría lo contrario: pienso que la realidad más eficiente, más presente sobre el frente de la lucha contra el sida es precisamente la Iglesia católica con sus movimientos, con sus diversas realidades. Pienso en la Comunidad de San Egidio que está haciendo tanto, visible e invisiblemente, en la lucha contra el sida, en los camilos y en todas las monjas que están a disposición de los enfermos. Diría que no se puede superar este problema del sida sólo con eslóganes publicitarios. Si no se pone el alma, si los africanos no se ayudan, no se puede resolver la plaga con la distribución de preservativos; al contrario, el riesgo es que el problema aumente. La solución sólo puede encontrarse en un doble compromiso: el primero, una humanización de la sexualidad, es decir, una renovación espiritual y humana que lleve consigo un nuevo modo de comportarse los unos con los otros, y segundo, la verdadera amistad también y sobre todo con las personas que sufren, la disponibilidad incluso con sacrificios, con renuncias personales, a estar con los que sufren. Y éstos son factores que ayudan y que comportan visibles progresos. Por eso diría que ésta es nuestra doble fuerza, renovar al hombre interiormente, dar fuerza espiritual y humana para un comportamiento justo respecto a nuestro propio cuerpo y al de los de los demás, y esta capacidad de sufrir con los que sufren, de estar presentes en las situaciones de prueba. Me parece que ésta es la justa respuesta y la Iglesia es lo que hace y así ofrece una contribución grandísima e importante. Demos gracias a todos los que lo hacen”.
Reacciones
Como es obvio, las palabras de Benedicto XVI pueden ser compartidas o no, pero merecen el respeto de no ser tergiversadas hasta caer en la caricatura de un papa insensible al drama del sida (según la ONU, de los 33 millones de seropositivos del planeta, dos tercios viven en África). Por eso sorprenden reacciones como la del ministro francés de Asuntos Exteriores, Bernard Kouchner, quien afirmó que las palabras del Pontífice “ponen en peligro las políticas de salud pública y los imperativos de la protección de la vida humana”. Lo del Ministerio de Sanidad español, mandando al día siguiente un millón de preservativos a África, se pasa de comentario. El P. Federico Lombardi glosó así las palabras papales: “Las líneas esenciales de los esfuerzos en la lucha contra el sida se concentran en la educación para la responsabilidad en el uso de la sexualidad, en la reafirmación del papel de la familia y el matrimonio, haciendo la investigación y aplicación de curas eficaces accesibles al mayor número de personas, y en una asistencia humana y espiritual a los enfermos. Apuntar esencialmente hacia una difusión de los preservativos, en realidad, no es la vía mejor ni la más eficaz para combatir este flagelo y tutelar la vida humana”.
Uno de los objetivos de este viaje era el “lanzamiento” de la II Asamblea Especial del Sínodo para África, que tendrá lugar el próximo octubre. Benedicto XVI celebró, en la mañana del jueves 19 -San José, día de su onomástica-, una festiva misa en el estadio Amadou Ahidjo, al final de la cual entregó el Instrumentum laboris (documento de trabajo) a los presidentes de las 52 conferencias episcopales del continente negro. “Este texto -les dijo después de unas palabras de saludo del secretario general del Sínodo, Nikola Eterovic– refleja el gran dinamismo de la Iglesia en África y también los retos a los que tiene que enfrentarse y que el Sínodo deberá examinar”.
Condena a las multinacionales
El documento, de unas 60 páginas, contiene pasajes con una inusual condena de las multinacionales que están destruyendo la identidad africana. “Fuerzas externas -dicen los autores del Instrumentum-, con la complicidad de hombres y mujeres del continente africano, explotan el dañado estado del corazón humano. Alimentan las guerras para poder vender armas. Respaldan a los que están en el poder sin respetar los derechos humanos ni los principios democráticos para poderse garantizar beneficios económicos con la explotación de los recursos naturales… Amenazan con desestabilizar naciones enteras y eliminar a las personas que desean liberarse de su opresión… Algunas organizaciones multinacionales siguen invadiendo sistemáticamente el continente en busca de recursos naturales. En complicidad con líderes africanos, oprimen a las empresas locales, compran miles de hectáreas de tierra y expropian la propiedad de las poblaciones”.
Ese mismo día por la tarde, en la Nunciatura, tuvo lugar un encuentro con los doce miembros del Consejo especial para África del Sínodo de los Obispos, que representan a otros tantos países del continente. El Santo Padre les dirigió un largo discurso cuya primera parte estuvo dedicada a enumerar algunos de los momentos de la historia cristiana de África, desde la presencia en Egipto de la Sagrada Familia hasta la llegada de misioneros extranjeros que vinieron a predicar el Evangelio. Hizo también un elogio de los catequistas que “han llevado a cabo una eficaz inculturación con maravillosos frutos… han sido africanos que evangelizaron a africanos”.
La segunda etapa del viaje era Angola, en cuya capital, Luanda, el ilustre huésped fue acogido en una atmósfera de apoteosis el viernes 20. En su discurso de saludo al presidente José Eduardo dos Santos, el Papa exhortó a la reconciliación a todos los habitantes de este país, que ha vivido 27 años de guerra civil: “Os recuerdo que vengo de un país donde la paz y la fraternidad son muy queridas por todos sus habitantes y sobre todo por los que, como yo, han conocido la guerra y la división entre hermanos de las misma nación a causa de ideologías devastadoras e inhumanas que, bajo la apariencia de sueños e ilusiones, hacían pesar sobre los hombres el yugo de la opresión”. “Vuestro territorio -dijo después, dirigiéndose a los quince millones de angoleños- es rico y vuestra nación fuerte. ¡No os rindáis a la ley del más fuerte! Porque Dios ha concedido a los seres humanos volar por encima de sus tendencias naturales con las alas de la razón y de la fe”.
Responsabilidad política
Horas más tarde, en otro discurso pronunciado en el Palacio do Povo ante las autoridades civiles y el Cuerpo Diplomático acreditado en Angola, pidió a los dirigentes del país y de todo el continente que garantizasen “los principios indispensables para toda moderna democracia civil: el respeto y la promoción de los derechos humanos, un gobierno transparente, una magistratura independiente, una comunicación social libre, una honesta administración pública, una red de escuelas y de hospitales que funcionen de forma adecuada y la firme determinación, enraizada en la conversión de los corazones, de quebrar de una vez por todas la corrupción”.
La estancia del Pontífice en tierras angoleñas culminó con la misa dominical en la explanada de Cimangola, cercana a Luanda. Más de un millón de personas aguantaron los 40 grados de temperatura sin moverse durante toda la misa, que duró dos largas horas y media. Benedicto XVI soportó deportivamente la prueba; el calor que le llegaba de la multitud, paradójicamente, le ayudaba a soportar la canícula africana.
En el nº 2.654 de Vida Nueva.