Bogotá acoge un Congreso de Vida Religiosa y Teología Latinoamericana en el cincuentenario de la CLAR
Con el recuerdo vivo del Concilio, la adecuación a estas latitudes de Medellín, en menor medida de Puebla, y con la lucidez reciente de Aparecida, los consagrados latinoamericanos viven con memoria agradecida el ayer, pero con inquietud por un hoy que se presenta inédito.
Muchas presencias significativas de quienes han sostenido la línea teológica durante estos años. Hombres y mujeres que se han mantenido firmes en sus convicciones y devociones, pero en este momento con una premisa clara: el don de la pertenencia eclesial, la pluralidad y la riqueza del discernimiento que la comunión dicta a la misión. Gustavo Gutiérrez, OP; Libânio, SJ; Víctor Codina, SJ; Lucia Weiler, IDP; Bárbara Bucker, MC, o el obispo Pedro Barreto, SJ, por citar sólo algunos, han animado la reflexión. Y lo han hecho con rigor, espiritualidad y apertura…
Significatividad
En ambiente de euforia y vitalidad, cuesta hacer autocrítica. El congreso logró, con creces, inyectar esperanza en la VC del continente. La buena organización proporcionó un necesario aliento a todos los participantes. Se echó de menos un análisis de la trayectoria de estos 50 años en los acentos mejorables. Libânio recordó cómo el mensaje sobre los pobres no está exento de contaminación. La pobreza es sustantiva en la teología y de la vida consagrada latinoamericana. El momento está pidiendo menos declaraciones y más presencias silenciosas pero significativas. No sólo por los pobres, sino formando parte de sus contextos. Es el único modo de que la opción sea real.
Ignacio Madera, SDS, presidente de la CLAR, fue quien, explícitamente, reconoció la tendencia a situar fuera de la VC dificultades y errores que le son propios. Y, hablando de la terrible crisis ética y económica actual, señaló: “Tenemos que reconocer nuestra cuota de responsabilidad por haber sido los formadores de muchos y muchas de los que hoy perpetúan la miseria y la injusticia, porque fueron educados en nuestros colegios, en nuestras universidades de alta calificación, o en las escuelas de vereda o barrio popular”.
Aunque el rasgo que mejor definió el congreso fue la comunión, no sólo su necesidad teórica y la pertenencia eclesial. Todas las intervenciones, de una u otra forma, insistieron en la realidad vital de la comunión como eje inspirador de la mística y la profecía. En este sentido, hay tres aspectos destacados. El primero, la claridad de pertenencia a la Iglesia local. Los consagrados no hacen en Latinoamérica un itinerario “paralelo” con el resto del Pueblo de Dios, fundamentalmente jerarquía y presbiterio. Constantemente, en los anhelos de profecía y lucha por el débil aparece el pastor de la diócesis apoyándose y apoyando la VC. Es, indudablemente, un rasgo que “dibuja” dónde está la VC latinoamericana: “Hoy más que nunca necesitamos lucidez y claridad de espíritu para no agotarnos en contiendas inútiles o en la permanencia en discusiones y resquemores del pasado que poco o nada han aportado a la vida amenaza de los favoritos del Reino…” (Discurso inaugural del P. Madera).
El segundo aspecto, la misión compartida, no apareció ni una sola vez. La explicación es muy sencilla: la VC latinoamericana está en misión compartida, forma parte de su ser y hacer.
Y, finalmente, la comunidad, que no sólo es el estilo habitual de todos los consagrados, sino que -como bien recordó el P. Eusebio Hernández, OAR, delegado de la Congregación para los Institutos Religiosos y Sociedades de Vida Apostólica-, es el primer lugar de misión. Se insistió en la necesidad de cuidar y cualificar más la vida comunitaria. En un continente donde la fraternidad y los derechos humanos están terriblemente cuestionados, nadie como los consagrados para anunciar que la fraternidad es posible.
Hacia el futuro
El arzobispo de Huancayo (Perú), Pedro Barreto, regaló lo que para él es el signo de la consagración entre los pobres: las Hermanitas de Jesús del P. Foucauld. Pidieron ir a su diócesis: una casa pobre entre los pobres, trabajando para los pobres. Éstos, al principio, las reciben con sospecha. Un día van a su casa: ‘¿Por qué están aquí?, ¿qué pretenden?… aquí no hay dinero’. Ellas sencillamente responden: ‘Vivir con vosotros y para vosotros… y lo hacemos por Jesús‘. De esto hace tres años; hoy son queridas y reconocidas, y el pueblo ve en ellas los rasgos de un Jesús que sí se interesa por los más débiles.
Ésta es la presencia y la vida consagrada siempre necesaria y con futuro.
En el nº 2.666 de Vida Nueva.