Sin clase de Religión
El golpe de abril de 2002 es uno de los asuntos que separan al Gobierno de Chávez y la Iglesia católica, pero a ello se le suman las acciones oficiales en materia educativa (la reciente Ley de Educación, aprobada en agosto mientras transcurrían las vacaciones escolares, excluye la Religión del currículo), el apoyo oficial a nuevas Iglesias y el rechazo a reestablecer canales de diálogo entre el Gobierno y la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), tal como lo han planteado los obispos.
De acuerdo con el prelado José González de Zárate, secretario general de la CEV, se vivió un cambio importante con la llegada de Chávez al poder el 2 de febrero de 1999. “Antiguamente, la relación del Gobierno y la Iglesia era fluida e institucional; ahora es poca, casi ninguna. Cada vez que los obispos exponen su posición respecto a alguna situación del país, desde el alto Gobierno responden con expresiones despreciativas. El Gobierno ha pensado que actuamos como agentes políticos, pero lo que nos mueve es contribuir con el bien común del país”, le comentó el obispo a Vida Nueva.
Para muchos analistas, el papel de la CEV ha variado en los últimos años, actuando con criterio crítico ante los proyectos y programas oficiales que buscan restringir libertades, pero sin aparecer públicamente junto a los factores de la oposición política. Para el jesuita José Virtuoso, director del Centro Gumilla y estudioso de la historia de la Iglesia venezolana, existen claramente dos períodos en este lapso de una década desde que Chávez asumiera la presidencia. “La primera etapa va de 1999 a 2004, caracterizada por tensión y crispación en torno a posiciones distintas y ataques virulentos contra la jerarquía. Además, la jerarquía actuó claramente identificada con la oposición. La segunda fase va de 2004 a este 2009, donde ha habido críticas desde la Iglesia, pero con una relativa y sana distancia. Posiciones más equidistantes. Mensajes críticos, pero más objetivos”, argumentó Virtuoso al ser consultado por esta revista.
Hoy la mirada es otra. Desde su posición de retiro, ya que no es obispo activo, Ovidio Pérez Morales mantiene una activa posición para alertar sobre el peligro que se cierne sobre Venezuela: “lo que está puesto sobre la mesa es un proyecto comunista totalitario, y eso no lo digo yo, está reflejado en expresiones orales, escritas del Gobierno. Está en marcha un proyecto que contradice la Constitución de 1999 y contradice lo decidido mayoritariamente en el referendo de 2007, cuando se dijo que la sociedad venezolana no quería un Estado socialista”. Para Pérez Morales, los cuestionamientos oficiales hacia la CEV se deben a la propia vocación del régimen de Chávez, pues “cuando llega al poder este tipo de ideología, partido o sistema, se le pide a la Iglesia que no se meta en las cuestiones de tipo temporal, que no hable de justicia, de la paz, de los derechos humanos, de la solidaridad, de todas esas cosas”, y, a su juicio, este tiempo justamente demanda de una actitud activa de la Iglesia.
Censuras y condenas
Las críticas hechas por la CEV a un proyecto de Ley de Equidad de Géneros, que abriría las puertas a reconocer derechos a parejas del mismo sexo, le valieron un inédito voto de censura a los prelados por parte de la Asamblea Nacional (Parlamento), el cual domina ampliamente el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
El 10 de julio de este año, además de los comunicados sobre la Ley de Educación y sobre la libertad de expresión, que tuvieron mucho debate público, la CEV emitió un tercer documento en el cual rechazó que en el proyecto de Ley de Equidad de Géneros se incluya la posibilidad de que parejas del mismo sexo sean reconocidas legalmente. “El futuro de nuestra sociedad depende del respeto y protección que se garantice al matrimonio y la familia, instituciones consideradas fundamentales en todos los pueblos”, sostuvo monseñor Ramón Linares, obispo de Barinas, al leer esta declaración. La andanada oficial no se hizo esperar: al día siguiente, la diputada Marelis Pérez Marcano sostuvo que “el objetivo de la Conferencia Episcopal es golpear a quienes representamos el proyecto bolivariano. Ellos nunca se han preocupado por la familia venezolana”.
De acuerdo con el secretario de la CEV, “cada posición de la Iglesia ha sido cuestionada, porque todo el que piense distinto es atacado. Es desacreditar por desacreditar la institución eclesiástica”.
Esta política oficial no es casual. A juicio de José Virtuoso, “la Iglesia es tremendamente bien valorada en el país. Los ataques desde el alto Gobierno lo que buscan es desprestigiarla. Existe una clara intención de incidir en las valoraciones ideológicas y culturales de la población. El pueblo venezolano es muy religioso”.
Otra seria desavenencia entre Gobierno e Iglesia incluso involucró al Vaticano. La Nunciatura Apostólica en Caracas brindó protección, por razones humanitarias, a Nixon Moreno, un dirigente estudiantil que fue perseguido político bajo una estrategia que igualmente buscaba desacreditarle: estaba acusado de abusar sexualmente de una mujer policía. Moreno estuvo dos años en la representación vaticana y, pese a los oficios diplomáticos de Roma, el Gobierno no le dió el permiso para salir del país.
Una iglesia para Chávez
A fines de junio del año pasado estalló la noticia: se creaba en Venezuela una nueva Iglesia. Según sus fundadores, la Iglesia Reformada nacía en contraposición a la Iglesia católica tradicional, formada por sacerdotes católicos y anglicanos que aceptaron el reto de crear en Venezuela una nueva Iglesia con un “fuerte espíritu” bolivariano y en contra del imperio norteamericano. A la cabeza de esta iniciativa figuraron Leonardo Marín Saavedra, primado de la Iglesia anglicana, procedente de Canadá, y Jon Jen Siu García, quien se venía desempeñando como párroco católico de la iglesia Santa Lucía en Ciudad Ojeda, en el estado de Zulia.
“Estamos aprendiendo a mirar a las clases bajas como lo hace el presidente Hugo Chávez, quien se ha preocupado por atender sus necesidades”, sostuvo Marín en la presentación de la nueva Iglesia, que, un año después, ha tenido un impacto mínimo, casi nulo. “La Iglesia Reformada quedó sólo en el papel, en la intención de un pequeño grupo de personas”, señala José Virtuoso. En su momento, el arzobispo de Coro, Roberto Luckert, acusó a la nueva organización de tomar dinero del Gobierno y de mezclar política y religión.
Esta mezcla entre política y religión no es obra sólo de la Iglesia disidente, pues en Venezuela ha crecido un apoyo público hacia el Gobierno de Chávez y sus políticas. Mientras que la CEV alertaba sobre los peligros de la nueva Ley de Educación, que entró en vigor el 15 de agosto, 400 líderes de la Unión Evangélica Pentecostal de Venezuela (UEPV) aplaudían esta iniciativa, que le otorga mayor poder de control al Gobierno sobre el sistema educativo y pone en entredicho la autonomía universitaria.
La discusión religiosa está en el debate político en la Venezuela gobernada por Chávez, quien utiliza con frecuencia recursos de la liturgia católica o hace mención a que en su infancia fue monaguillo. En opinión de Virtuoso, “el matiz religioso del mensaje del presidente pretende vincular el elemento político con el religioso. En este sentido, a los líderes religiosos que están en contra del proyecto político del Gobierno hay que deslegitimarlos en su terreno. Es parte de una estrategia política”.
Así debe entenderse, por ejemplo, una de las más duras críticas de Chávez al Episcopado venezolano en noviembre de 2007, cuando la CEV se pronunció en contra de un proyecto de reforma constitucional que allanaba el camino para el particular modelo socialista de Chávez, con el cual éste terminaría acumulando mayor poder. “Si Cristo estuviera vivo aquí, presente físicamente, los sacaría de allá, a latigazos, estoy completamente seguro”, sostuvo Chávez, para quien, por su posición crítica con la reforma constitucional, los obispos demostraban que “no aprenden” y que “perdieron la capacidad de razonar”, por lo que pidió a “Dios que los perdone”.
“El pueblo está con esta reforma, con la justicia social, con la igualdad social que fueron y son los principios del cristianismo verdadero”, expresó Chávez en aquel noviembre. El voto popular, sin embargo le fue esquivo y su proyecto no fue aprobado. A partir de entonces parece haberse apelado a otra estrategia: la aprobación de leyes y decretos que paulatinamente van estatizando más amplios sectores de la vida social. Y en el fondo de todo, con cada vez mayor poder y control para Chávez. Ante tal panorama, difícilmente podrán venir tiempos mejores en la compleja relación que lleva la Iglesia católica venezolana con este gobernante.
En el nº 2.675 de Vida Nueva.