¿Cuáles son las principales labores de su departamento?
Trabajamos a dos niveles. El primero es la reflexión: impulsamos la meditación sobre el papel de la mujer dentro de la Iglesia y la sociedad, y le seguimos la pista a los que están comprometidos, sobre todo, al Santo Padre. En esta labor dialogamos con expertos de todos los campos. El otro nivel consiste en hacer de contacto con las asociaciones de mujeres católicas que existen dentro de la Iglesia; somos su punto de referencia en la Santa Sede y nos encontramos mucho con ellas, tanto aquí como en sus propias reuniones. También trabajamos en la creación de una red de mujeres y de asociaciones de mujeres por medio del uso de las nuevas tecnologías. En nuestra web, personas del primer grupo, el de reflexión, muestran sus textos. Lo mismo ocurre con las distintas asociaciones que nos envían sus artículos y convocatorias de actividades. Estamos todavía en los inicios, llevamos sólo un año sirviéndonos de Internet, pero tenemos unas grandes oportunidades en ese espacio. La Iglesia siempre ha sido universal, y ahora, con Internet, es más fácil extender los brazos y abrazar a todo el mundo, sólo hay que conectarse a www.laici.org y pinchar en ‘Sección Mujer’.
¿Tienen los laicos suficiente representación en la Iglesia?
El Vaticano II ha aumentado la conciencia de la riqueza e identidad que tienen los laicos. Creo que, más que hablar de representación de los laicos, hay que subrayar que los laicos somos la Iglesia, somos parte de ella y miembros de pleno derecho. No obstante, todavía tenemos que seguir profundizando en la riqueza del Vaticano II. De ahí procede, precisamente, la idea de que la Iglesia somos todos los bautizados, aunque a veces se piensa que la Iglesia está formada solamente por el ministerio ordenado. Por el bautismo, participamos plenamente en la misión de la Iglesia. Obviamente, los sacerdotes desempeñan el importantísimo papel de presidir la comunidad eclesial, pero los laicos somos, al final, la Iglesia en medio del mundo.
¿Pero cree que los laicos tienen suficiente representación en los órganos de decisión?
Debemos crecer en la identidad propia del laico y en como ésta participa en el día a día de la Iglesia. En los últimos tiempos, se han reforzado temas como los consejos pastorales de las parroquias, pero está claro que la Iglesia es una comunidad jerárquica y, como tal, siempre tiene sus cabezas. Está bien que esto sea así, es la estructura que el Señor ha querido. Creo que, cada vez más, debemos crecer en este diálogo activo entre los laicos y los ministros ordenados. Me parece muy bonito el símil de san Pablo en el que dice que la Iglesia es un cuerpo y, como tal, tiene distintos miembros con diferentes funciones. Los laicos seríamos los pies y las manos de la Iglesia.
¿Y son conscientes ellos de todo lo que pueden realizar siendo pies y manos de la Iglesia?
¿Qué papel deben desempeñar las mujeres?
La cuestión de la mujer está muy unida a la de los laicos. Los templos están llenos de mujeres; muchas veces, el único hombre es el cura. Ellas están muy presentes en la Iglesia, pero hace falta más consciencia sobre la riqueza que representan. Ahí es clave una mayor formación. Las reivindicaciones del feminismo nos han hecho oponernos a los hombres o acentuar mucho una defensa de la mujer que nos lleva a igualarnos con ellos. En mi opinión, ambas posiciones son errores del feminismo. Lo interesante es la complementariedad de la diferencia: somos todos distintas expresiones de lo humano. Tanto el hombre como la mujer hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Se necesita la unión de los dos para construir un mundo más humano. Pero sí hace falta todavía una mayor conciencia de la riqueza de la especificidad de lo femenino. Todavía falta por hacer en este campo.
¿Encuentra colaboración para poner en marcha estas líneas de trabajo?
Sí, tenemos muchísimo apoyo. Organizamos actividades de reflexión. Las corrientes negativas o anticristianas del feminismo generan mucho interés en las personas que piensan cristianamente y que encuentran en la Iglesia unas claves antropológicas de igualdad entre hombre y mujer.
¿Y la mujer? ¿Tiene ella suficiente presencia en los órganos decisorios eclesiales?
¿Una forma de acabar con la crisis vocacional puede venir a través del trabajo con el laicado?
No existe una crisis de vocaciones, sino una crisis de respuesta a las vocaciones. Es decir, Dios sigue llamando, pero ahora las personas no saben responder. Esto se debe a la secularización furiosa y la crisis de la familia. Lo que se necesita para responder a la crisis vocacional es el trabajo intenso con los laicos y, especialmente, con los jóvenes. Hay que presentar en su totalidad la belleza de la fe cristiana. Las vocaciones florecen cuando una persona se encuentra con Cristo, lo conoce y escucha su llamada. Debemos, pues, trabajar para favorecer este encuentro.
Usted es colombiana, pero lleva ya diez años en Europa. ¿Percibe gran diferencia entre la actitud de los laicos aquí respecto a Latinoamérica?
Hay muchas diferencias en la forma de vivir la fe, pero en ambos lugares existe la necesidad de comprender la propia identidad laical. En Latinoamérica es muy fuerte la religiosidad popular y es muy común el compromiso de los laicos, pero esto no está necesariamente acompañado de una comprensión ni una formación profunda de su propia identidad. En Europa hace falta entender cómo llevar la fe a la propia cultura y vida diaria. El secularismo es tan agresivo que los laicos viven encerrados.
En el nº 2.685 de Vida Nueva.