Todos querían saludar al nuevo inquilino de la Nunciatura. Y a todos los saludó y a todos y cada uno de ellos ofreció su “disponibilidad cordial”, a la vez que agradeció la “fraterna y sentida acogida” dispensada desde su llegada a España el pasado mes.
Como siempre, inauguró los trabajos de esta Plenaria de otoño el discurso del presidente, el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela. Pero la sala de plenos de la calle Añastro estuvo especialmente atenta al discurso de dos folios que leyó, en un muy correcto castellano, el diplomático italiano. En su alocución, Fratini esbozó sus primeros deseos e impresiones sobre la situación y necesidades de la Iglesia en España, y brindó su “profundo deseo” de servir, mediante su tarea pastoral, “realizada de un modo específico como marca el Derecho”, a mantener la unidad y lograr el bien común, y en colaboración con todo el Episcopado. Daba la sensación de que recordaba y reclamaba con gran delicadeza ante los presentes las funciones que son inherentes a su cargo.
Impresiones positivas
Sus primeras impresiones, como señaló, “son positivas”. Valoró la rica historia de fe de nuestro país, sus santos y mártires, su amor a Cristo y devoción a la Virgen, pero también apuntó urgencias, como el del anuncio del Evangelio ante una sociedad que sufre el desafío de la secularización, o la necesidad de “trabajar por una formación religiosa seria, la insistencia en la profundización en la fe y educar para trasladarla a la vida de cada día, teniendo en máxima cuenta la importancia de la coherencia”. “Las raíces cristianas están ahí, tenemos que ser optimistas y positivos”, concedió en otro momento, quizás para subrayar la dificultad de la tarea.
En sintonía con una parte de lo que la Plenaria iba a abordar, reflexionó también Fratini sobre el ministerio de los presbíteros, en línea con la Carta del Papa para este Año Sacerdotal. Y recordó que el método pastoral no ha de ser el del “funcionalismo”, sino que, en ese “oficio de amor”, “no hay horarios”, y reclamó para los sacerdotes “la cercanía del Obispo, sentir el impulso de su ánimo en una misión tanto más delicada que el mundo no puede apreciar, muchas veces, su sacrificada entrega”. “El Obispo –añadió– por eso debe dedicarse, ‘con amor especial’, sobre todo a sus sacerdotes, procurar su imprescindible formación permanente y atender en particular a los que pasan por problemas que no dejan de repercutir seriamente en su ministerio”. A los curas, por su parte, los conminó a “apreciar en su obispo al padre, al hermano, al amigo como quiso el último Concilio”, y acabó poniendo a san Juan de Ávila de “ejemplo eximio” de sacerdote.
También el cardenal Rouco arrancó su discurso con el tema del Año Sacerdotal y la situación de los presbíteros en la España actual. El dibujo no fue halagüeño, pero quiso destacar la ocasión que ha de suponer este año especial para la renovación de la vida de los sacerdotes, que habrá de repercutir, afirmó, tanto en la renovación de la vida de la Iglesia en España como en la de la propia sociedad.
Al afrontar la situación actual de los sacerdotes en nuestro país, Rouco dio gracias porque, en su opinión, “las manifestaciones más agudas” de la crisis sacerdotal del posconcilio han quedado atrás. “Tantos los problemas doctrinales como los existenciales, derivados de interpretaciones del Concilio que se situaban en clara ruptura con la Tradición de la Iglesia, han perdido virulencia”. Por contra, cifró la esperanza en las vocaciones que surgen de “los nuevos carismas y las realidades eclesiales”; en las cada vez más numerosas familias que viven “como verdaderas comunidades de fe”; en el voluntariado juvenil; en la inmigración; y también en la Jornada Mundial de la Juventud de 2011 en Madrid. Ni una palabra, sin embargo, de las que nacen en los ambientes de la Vida Consagrada.
Presentó también el cardenal gallego la preocupante realidad de las cifras. Pocos sacerdotes para atender a muchos fieles (3.445 de media); una edad entre el clero de 63,30 años de media (72 años en algunas diócesis); despoblamiento de las zonas rurales, lo que obliga a los sacerdotes a grandes desplazamientos… Pero ante este “momento grave”, dijo, “la esperanza es más honda y la motivación apostólica nos urge”, por lo que anunció que en esta Plenaria se estudiaría la situación “para ir perfilando propuestas concretas en orden a la renovación a fondo del ministerio sacerdotal en la España de hoy, tanto por lo que toca a la vida de los presbíteros como a su distribución, a la organización de su trabajo y al fomento de vocaciones”.
También ha estudiado esta Plenaria, que se clausura este 27 de noviembre, una ponencia sobre la crisis económica, un texto que se viene trabajando desde antes incluso de la publicación de la encíclica Caritas in veritate. Sobre este aspecto, Rouco no aportó ningún dato novedoso en su intervención, que estuvo salpicada de continuas referencias a la encíclica social de Benedicto XVI.
Pacto escolar
Para Rouco, en definitiva, el artículo 27 de la Constitución, en el que se garantiza el derecho a la educación y a libertad de enseñanza, “ofrece el marco preciso en el que debería ser posible el deseado ‘pacto escolar’”.
Por otra parte, esta Plenaria procedió a la elección de un nuevo miembro del Comité Ejecutivo en sustitución del cardenal arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo. Le ha sustituido quien también lo ha hecho en la sede hispalense, Juan José Asenjo Pelegrina, quien confirma así una ascendente trayectoria y peso específico en el seno del Episcopado.
Asimismo, los obispos fueron informados, entre otras materias, sobre los trabajos que se están desarrollando en torno a la preparación de la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid y se brindó un homenaje en la sala de la Plenaria a los dirigentes y colaboradores de Manos Unidas por su 50º aniversario, hecho éste que fue objeto también de un reconocimiento por escrito en un Mensaje aprobado el pasado septiembre por la Comisión Permanente.
En el nº 2.685 de Vida Nueva.