Maximiano Barriuso Vicario es “el cura” de todos. En torno a la cincuentena, es hijo de la tierra. Concretamente, del vecino pueblo de San Mamés del Tozo, aunque poco después sus padres se trasladaran a Miranda de Ebro. Allí, tras formarse con los jesuitas y luego en el Seminario Diocesano, se ordenó sacerdote en 1976. Casi desde el primer momento, su vocación se ha desarrollado a través de una doble misión: dar clases en un colegio de Burgos y, los fines de semana, atender a los fieles en Sedano. “Vine de ayudante, y ahora estoy de veterano”, ironiza. Y es que a lo largo de estos más de 30 años ha visto pasar por allí muchos sacerdotes. Así, en 2001 había cuatro: dos fijos y otros dos los sábados y domingos. Hoy sólo están él y Miguel Ángel, ambos ya únicamente los fines de semana.
Comunidad
Sin embargo, la real escasez de personas y de curas no es impedimento para crear una sencilla y profunda comunión. Simplemente, hacen falta esfuerzo, ilusión y fe. Valores que, a modo de motor, ponen en marcha los coches que llevan a Maxi y a su compañero a recorrer decenas de kilómetros, de pueblo en pueblo, de celebración en celebración. Lo cual conlleva, a veces, ciertos “reajustes”: “En invierno tenemos 15 pueblos donde ‘cerramos las iglesias’ y otros ocho donde vamos una vez al mes, y muchas veces de visitas, sin decir misa”. Para ello es necesaria una organización, un punto de encuentro: “Tenemos un Consejo Pastoral de la Unidad, que integra a un total de 54 pueblos y que reúne periódicamente a más de 20 personas en Sedano para tratar temas de formación y de organización. Hacen muchos kilómetros de corresponsabilidad y colaboración. Tienen una verdadera conciencia de que somos una parte muy pequeña, pero importante, de la archidiócesis de Burgos”.
Misa en casa
Alumbrados bajo el calor del pesebre de Belén, entre campos cubiertos por la escarcha burgalesa, los menos de 300 fieles de 43 pueblos dispersos conforman una auténtica comunidad cristiana. Este año, como todos, contarán con su concurso de belenes conjunto, se cantarán villancicos en la casa de cualquier vecino al que le sea difícil moverse, se harán obrillas de teatro abiertas a todos, se degustarán todo tipo de dulces al terminar la misa… y se reunirán a adorar al Niño, aunque sea con la vieja mesa de una cocina como altar improvisado.
En esencia
Una película: El Señor de los Anillos.
Un libro: el que sea de Miguel Delibes.
Una canción: cualquiera… sin mucho ruido.
Un deporte: de joven, el frontón. Ahora, el senderismo.
Un rincón del mundo: tengo fama de organizar viajes… Dubrovnik.
Un deseo frustrado: pagar y no hacer un curso de televisión en CCC.
Un recuerdo de la infancia: pasar los veranos con mis abuelos en el pueblo.
Una aspiración: haber ido de misionero (pero el padre espiritual en Filosofía no me dejó).
Una persona: Mi párroco de Miranda, Miguel Peña, y el de Burgos, donde daba catequesis, Alejandro Céspedes.
La última alegría: que las monaguillas de Sedano y sus madres van a preparar el belén de Navidad.
La mayor tristeza: en la Expo de Sevilla, en una excursión que organicé con los jóvenes de los pueblos, se ahogó una chica en una piscina.
Un sueño: viajar a América del Sur.
Un valor: la paciencia y la constancia.
Que me recuerden por… ser “el cura que nos ha llevado a conocer España y casi toda Europa”.
En el nº 2.688 de Vida Nueva.