El primero y fundamental de ellos ya lo había empleado Radu Mihaileanu hace una década en El tren de la vida. Si entonces los judíos se disfrazaban de nazis para escapar de los campos de exterminio, en esta ocasión la impostura se sitúa en otro momento no menos decisivo para la reciente historia contemporánea: la caída del comunismo y el tránsito a la democracia en los países de la Europa del Este, aquí, concretamente, en la antigua Unión Soviética.
La consabida suplantación tiene ahora como protagonistas a los miembros de la célebre orquesta del Teatro Bolshoi de Moscú, disuelta por las autoridades en la época de Brezhnev al acoger en su seno a gitanos y judíos, y cuyo director se topa 30 años después con la oportunidad de desquitarse de aquella flagrante injusticia. Una insospechada rehabilitación que pasa por reunir de nuevo a sus músicos y ofrecer el Concierto para violín y orquesta, de Tchaikovsky, nada menos que en el Teatro Châtelet de París.
Así, en busca de “la armonía definitiva” (con su pasado), ésa que sólo alcanza la belleza de la música, nuestro hombre emprende el reclutamiento de su gente, propiciando situaciones de un humor entre tierno y disparatado, que anticipan lo que puede dar de sí el viaje a la capital francesa. Porque la anárquica y variopinta comitiva no sólo despierta curiosidad a su paso y asombro sobre el escenario, sino que revela todo un catálogo de contrastes entre dos universos tan alejados en el espacio como en el tiempo.
Y es en este punto cuando la comedia se desliza por la pendiente del melodrama, flirteando con un sentimentalismo que resta frescura al conjunto. Todo vale (y todo cabe) ya para el realizador rumano: desde los recursos fílmicos más trillados (prescindibles flashbacks del destierro siberiano) hasta la sugerente aunque socorrida imagen de la música como terapia y “verdadero comunismo” frente a la traición de las palabras y los discursos políticos, sin olvidar –claro está– la apoteosis final de tono casi épico (con El concierto por todos esperado, un secreto familiar que desboca las notas y el aplauso unánime del auditorio).
Demasiada pasión desatada para una película cuya principal baza debería ser su aparente ligereza y que acaba lastrada por un exceso de solemnidad que incluso perjudica al “arte de las musas”.
FICHA TÉCNICA
DIRECCIÓN: Radu Mihaileanu
GUIÓN: Radu Mihaileanu y Alain-Michel Blanc
FOTOGRAFÍA: Laurent Dailland
MÚSICA: Armand Amar
PRODUCCIÓN: Alain Attal
INTÉRPRETES: Alexei Guskov, Mélanie Laurent, Dimitri Nazarov, François Berleand, Valery Barinov, Miou-Miou, Anna Kamenkova, Vlad Ivanov
En el nº 2.701 de Vida Nueva.