En un comunicado difundido en vísperas de Semana Santa por su presidente y obispo de San Marcos, Álvaro Ramazzini, la Iglesia guatemalteca se muestra indignada por “el drama que viven nuestros hermanos migrantes que sufren a causa de los secuestros, extorsiones, encierros, encarcelamientos en los centros de detención de los Estados y deportaciones”.
Al mismo tiempo, ante la llamada de Dios “a ser profetas del anuncio y denuncia en medio de estos acontecimientos”, los obispos manifiestan su “preocupación por las constantes acciones en contra de la población migrante dirigidas por grupos criminales” y por “el deterioro de la convivencia social”; su “desconcierto” porque, a pesar de las “buenas intenciones” de los gobiernos en combatir estas situaciones, “ha faltado coherencia en la acciones”; su “indignación porque se ha avanzado muy poco en la elaboración de políticas migratorias integrales de respeto a los derechos humanos”; su “frustración por el aumento de abusos cometidos por el crimen organizado en contra de los migrantes; así como su impresión de que “la criminalización de las migraciones por parte de los Estados abre el camino para el aprovechamiento de los capos del narcotráfico y crimen organizado”.
Por todo ello, la Pastoral de Movilidad Humana ratifica su “firme condena a las políticas xenofóbicas y racistas de los Estados”, su “firme opción por los más pobres y vulnerables” y el “firme compromiso de alentar a los gobiernos, sociedad e Iglesias” para “que no permanezcan indiferentes ante el dolor y sufrimiento de los migrantes y sus familiares…”.
Por último, Ramazzini recuerda el compromiso de la Iglesia latinoamericana con la Misión Continental, que es también “un compromiso por ser más sensibles al clamor de dolor y sufrimiento de nuestros hermanos y hermanas migrantes”.
En el nº 2.701 de Vida Nueva.