El encuentro, organizado por el Instituto Teológico de Vida Religiosa, se ha convertido en una cita esencial para tomar el pulso a la Vida Consagrada y marcar los itinerarios a seguir en el presente y el futuro inmediato, como lo demuestra el número de inscritos: 700 personas.
En esta edición, la Semana ha tenido como lema La casa de todos. Comunidad: misión y morada, lo que, en palabras de su director, José Cristo Rey García Paredes, permite una “reflexión sobre y para la comunión, en la que la Vida Consagrada es y disfruta”. Pero, atentos a la actualidad, no dejaron de hacer mención a una situación que está afectando y afligiendo a toda la Iglesia. “Como consagrados, formamos parte de la Iglesia. En la casa común queremos crecer y servir y, expresamente, como asamblea notable de consagrados españoles, expresamos públicamente nuestra cercanía, adhesión y cariño a Benedicto XVI”. Ésas fueron las palabras de apoyo que Gonzalo-Díez dirigió al Papa en estos momentos tan difíciles que está atravesando por los escándalos de pederastia.
Puertas abiertas
Ya centrados en la esencia de estas jornadas, y como una casa con las puertas abiertas de par en par –máxima aspiración de su director–, la Semana fue foro de debate y discusión entre numerosos expertos en Vida Religiosa y teólogos de distintas congregaciones, además de los valiosos apuntes de prelados como Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger, y Raúl Berzosa, obispo auxiliar de Oviedo. Pero también hubo espacio para los laicos, que estuvieron representados por la biblista Inmaculada Rodríguez Torne.
Para ello, en su conferencia, titulada La casa: lugar y morada, esbozó el doble desafío que tienen los consagrados en la actualidad. Por un lado, mostrar hoy un modelo de casa o de personas que viven y habitan su casa-comunidad como “lugar de identidad y pertenencia, rico de historia y de memoria”. Mientras que el segundo sería el reto –“interesante e imposible”, apostilló el religioso– de convertirse en la casa del mundo: “Ofrecer la propia morada como casa para todos, donde todos puedan habitar, respirar acogida y experimentar la belleza de vivir y crecer juntos”.
En la senda por hacer posible esta renovación comunitaria, Cencini propuso diez señales, a las que corresponde una cualidad de la comunidad como “casa”. Entre ellas: ser escuela de formación permanente (casa de formación); “hacer el bien a quererse” (casa de fraternidad); compartir la historia y la fe (casa del pan y de la palabra); modelo familiar (casa-familia); transparencia y testimonio (casa de los valores); proyección misionera (casa en medio del mundo); o comunidad vocacional (casa fecunda de hijos).
En busca de nuevos espacios
“¿Dónde moras, Señor?” fue la pregunta a la que se dedicó la jornada del martes 6. Mientras que el director del Centro de Espiritualidad Claretiana, Antonio Bellella, dedicó su intervención a la Vida Religiosa, en la que a partir de un estudio de la historia y tipología de las comunidades invitaba a “repensar nuestros espacios”, la laica Inmaculada Rodríguez se centró en “la casa-comunidad de los discípulos de Jesús, lugar de vida (llamada y respuesta)”.
La jornada del miércoles 7 se inició con el ex presidente de la CLAR, Ignacio Madera Vargas, (sds), en cuya conferencia, La casa de la misión: Cenáculo, observatorio y lanzadera, trató temas como el asunto del pan partido; la recuperación del sujeto en comunidad; la radicalización de la esperanza; o desde una minoridad radical y feliz. A continuación, le siguió Raúl Berzosa, quien centró su intervención en el papel que juegan la Vida Religiosa dentro de la sociedad, a partir del epígrafe Servicio y don: la casa “estratégicamente” inserta en la Iglesia local y en la ciudad. Pusieron vida a sus palabras las experiencias con las mujeres marginadas, los niños sin hogar y los mayores expuestas por Inmaculada Soler (Villa Teresita), Inmaculada Fernández (E.I.N), y Pascual Hernando (cmf), respectivamente.
El sentimiento de comunión que debe haber entre todos los consagrados fue objeto de la jornada del viernes 9 de abril. Amelia Kawaji (mmb) reflexionó sobre cómo la comunidad es “casa y escuela de diálogo de vida”, un puente de unión hacia otras realidades, culturas o religiones. A su vez, Caterina Cangiá (hma) se centró en La casa interconectada y sus tres pantallas: posibilidades y adicciones.
Además de presidir la Eucaristía conclusiva el sábado 10, Santiago Agrelo participó en el encuentro con la ponencia El sueño de Dios: hacer de la tierra la casa (oikos) de todos, en la que abordó aspectos como el Paraíso terrenal; la Tierra prometida; la plenitud en la pobreza; la plenitud para los pobres; o la Iglesia, casa de todos.
En el nº 2.702 de Vida Nueva.