La satisfacción fue plena, pues Bertone disfrutó de un viaje alejado de las polémicas de los últimos meses. Y también satisfacción para la Iglesia en Cataluña –en sintonía institucional con las autoridades políticas–, a la que Bertone ofreció un reconocimiento vaticano por su labor pastoral, personalizado en el arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, y en el abad de Montserrat, Josep Maria Soler.
Bertone llegó a Barcelona el sábado 24 como enviado papal para presidir la beatificación de José Tous, capuchino de Igualada que fundó en el siglo XIX una orden dedicada a la educación de las niñas de barrios obreros y populares. La delegación en Bertone no es causal, ya que las religiosas capuchinas cuidan la intendencia de la residencia del cardenal en Roma. Pero lo que podría haber sido un puente aéreo Barcelona-Roma, se convirtió en una agenda de tres días y medio, que incluía la ceremonia de beatificación y la visita al pueblo natal del P. Tous, la visita a la Sagrada Familia, el concierto inaugural del nuevo órgano de la Basílica de Montserrat, la presidencia de la vigilia de oración de la festividad de la Moreneta, y una larga lista de contactos institucionales y políticos.
Bertone estuvo muy atento en corresponder con elogios a la realidad eclesial de Cataluña y, singularmente, de Montserrat. En todas sus intervenciones resaltó la aportación cultural y religiosa del monasterio benedictino, al que situó como referente de la sociedad catalana. En la inauguración del órgano de la basílica, lo definió como una “obra que honra el pueblo de Cataluña, ennoblece su tejido social y enriquece su historia”.
Relación singular
Con esta visita se ha visualizado una singular relación de Bertone con la Iglesia en Cataluña, que se inicia con la amistad con los monjes de Montserrat residentes en Roma durante su etapa como rector del Ateneo Salesiano, y especialmente, por la admiración de su principal embajadora internacional: la Escolanía, a la que agradeció que “me acompañe durante muchas noches de trabajo en el despacho”. Fue precisamente por su conocimiento previo de la sensibilidad catalana y por sus anteriores visitas a Cataluña que Bertone puso mucho empeño en utilizar indistintamente catalán y castellano en sus intervenciones públicas. Gesto que siempre es apreciado. Pero también mostró lo mejor de su estilo salesiano, que culminó el lunes por la noche en Montserrat, cuando, por sorpresa de los fieles, en la homilía entonó el Virolai e invitó a todos a que le siguieran con el canto a la Virgen de Montserrat. La suma de estos gestos ha llevado a presentar este viaje como una nueva etapa en la relación de la Iglesia en Cataluña con la Santa Sede. Y ha fortalecido los vínculos de los católicos catalanes con la sede de Pedro. Un espléndida preparación para la visita de Benedicto XVI el 7 de noviembre a Barcelona.
En el nº 2.705 de Vida Nueva.