Aún en el avión, el Papa frenó cualquier polémica sobre la pedofilia, diciendo que “los sufrimientos” y la “mayor persecución de la Iglesia no vienen de enemigos externos, sino que nace del pecado en la Iglesia”. Después, al aterrizar en Lisboa, se refirió al centenario de la República portuguesa, que se conmemora el próximo octubre. La I República (1910-1926) promulgó una Ley de Separación y tuvo épocas de persecución religiosa. El Papa prefirió subrayar el aspecto positivo: “El giro republicano, ocurrido hace cien años en Portugal, abrió, en la distinción entre Iglesia y Estado, un espacio nuevo de libertad para la Iglesia”. La afirmación disgusta a sectores católicos que siguen considerando que la República debe restituir a la Iglesia los bienes que le fueron confiscados en 1910.
Otros dos discursos se destacan entre las intervenciones de Benedicto XVI: el dirigido a las instituciones de acción social y el del mundo de la cultura, en un encuentro ‘raro’ en los viajes papales y que contó con el saludo del cineasta Manoel de Oliveira. “Haced cosas bellas, pero sobre todo haced de vuestras vidas lugares de belleza”, apeló Benedicto XVI a los artistas, pensadores y científicos.
El viaje tendrá efectos si los católicos portugueses son capaces, ahora, de ser creativos para renovar estructuras y actuar. El que los obispos estén debatiendo un plan de renovación pastoral que deberán aprobar en 2011 podrá ayudar a alcanzar ese resultado.
Lo que no se puede negar es que ha mudado la imagen del Papa en la opinión pública. De un Benedicto XVI frío y distante, la gente ha pasado a ver a alguien relajado, sonriente y capaz de romper el protocolo para acercarse a los fieles.
En el nº 2.708 de Vida Nueva.
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Ver la crónica-resumen del viaje: Benedicto XVI en Portugal: estímulo para creyentes y no creyentes