Lejos de quedarse en las disculpas, los obispos y administradores diocesanos de Bélgica animan a las víctimas: “Agradecemos que encuentren el coraje de romper el muro de silencio contando lo que les pasó. Esperamos que su voz ayude a que obtengan el reconocimiento y la curación a las que aspiran. Expresándose, hacen posible, además, un camino de purificación y conversión en el seno de la Iglesia”.
El Episcopado reitera su postura ante la pederastia, en la línea marcada por Benedicto XVI. Aseguran que la seguridad y la protección de los niños está “por encima de cualquier otra consideración” y que aplicarán “todavía más severamente los criterios de admisión al orden [sacerdotal] o a cualquier otra responsabilidad en el seno de la Iglesia”.
En un ejercicio de clara autocrítica, se comprometen para el futuro: “No queremos ignorar, no más, que la raíz de estos abusos no se reduce a los individuos problemáticos. La cuestión toca igualmente al ejercicio de autoridad. Por eso la Iglesia debe emprender un examen de conciencia para evaluar las formas de ejercicio de autoridad que pueden conducir a los abusos de poder sobre menores. Esto va a requerir coraje y humildad, sobre todo por parte de los obispos y otros responsables de la comunidad eclesial”.
En el nº 2.709 de Vida Nueva.
————