“Hemos hablado de las cuestiones que nos inquietan a los religiosos, como el envejecimiento en la edad media de los hermanos y la dificultad para mantener estructuras que a veces ya no son idóneas para los tiempos actuales. En este sentido, ha sido muy hermosa la reflexión que hemos hecho, viendo que estamos al final de un período, lo que resulta difícil, pero que también supone el nacimiento de una nueva fase en la Vida Religiosa”, explicó el superior de los Combonianos a Vida Nueva.
La asamblea de la USG se abrió con un discurso de su presidente, Pascual Chávez, rector mayor de los salesianos, quien hizo un paralelismo entre la situación actual de la Vida Religiosa en Europa y la que vivieron los paleocristianos. El P. Chávez puso como ejemplo a seguir a san Bernabé, compañero de san Pablo en el establecimiento de la Iglesia de Antioquía. En su diagnóstico de Europa, el superior de los salesianos denunció el “relativismo moral” imperante, que ha provocado una “erosión en el sistema de valores humanos y cristianos que contribuyeron a la construcción de la Europa de hoy”. Esta decadencia moral afecta sobre todo a los religiosos con la emergencia del “laicismo anticatólico”, que sitúa al humanismo y al cristianismo como “dos realidades excluyentes”.
Las preocupaciones de hoy
La asamblea concluyó con una misa presidida por el cardenal Franc Rodé, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada. El purpurado afirmó en su homilía que el compromiso de los religiosos sólo tendrá sentido si “viven las preocupaciones fundamentales de los hombres y mujeres de hoy”. Eso sí, con la condición de que vivan “buscando a Dios, abriéndose a la transformación de la mente y del corazón que Cristo quiere realizar en cada persona”.
“A todos los cristianos, pero en particular a aquéllos que eligen consagrarse, les espera el compromiso de mostrar a Europa el valor de recuperar su propia herencia religiosa, de redescubrir el rostro siempre joven de Cristo”, afirmó el cardenal Rodé.
Otro periodista que intervino en la asamblea fue Carlo Di Cicco, subdirector de L’Osservatore Romano, quien recordó el llamamiento del Concilio Vaticano II para buscar “nuevas formas de colaboración con los laicos”. Éstos, junto a los “sacerdotes y los religiosos están llamados a trabajar juntos en un contexto difícil pero estimulante”, afirmó Di Cicco durante su intervención. Los escollos, opinó el periodista, vienen sobre todo de la caída en el número de vocaciones y en la “necesidad de redimensionar tantos institutos”. En este sentido, los superiores generales debatieron en una de las sesiones de trabajo sobre la idoneidad de acercar aún más las congregaciones. Aunque no se habló de casos concretos, se valoraron incluso posibles fusiones entre institutos con carismas afines. También se departió sobre la necesidad de compartir más experiencias y abrir espacios comunes entre las congregaciones que trabajan en los mismos campos, como la educación.
dmenor@vidanueva.es
En el nº 2.710 de Vida Nueva.