Sólo eso (o la pobre cosecha de títulos a concurso) explicaría el galardón obtenido por Rabia, cinta que, por otro lado y como acabamos de apuntar, acredita interesantes méritos en su modo de concebir esta profesión. A cada cual lo suyo. Porque aquí, a donde no llega la pluma, trata de hacerlo una cámara que captura puntos de vista inéditos y planos que proclaman por sí solos las miserias, los secretos y los sentimientos de unos individuos cuyos silenciosos rostros hablan de soledad, indefensión… y rabia.
Juega un notable papel ese caserón señorial, escenario y metáfora de la decadencia (familiar y social), que realza la claustrofóbica atmósfera donde se dan cita, con eficacia narrativa y elegancia formal, la impotencia, la indignación, los celos, la pasión, la muerte… Desencadenantes (o consecuencias) de esa Rabia, la que avanza hacia un rotundo desenlace al ritmo que marcan las pulsiones irracionales y destructivas de nuestro hombre.
Pero ni un manejo así del tempo ni su atrevido empleo de los recursos fílmicos (fuera de campo, planos secuencia…) rescatan a este drama de tópicos y esquematismos maniqueos en el dibujo de sus personajes. Bien podría decirse que esta Rabia deja sentir por momentos su mordisco certero, aunque dista mucho de resultar contagioso. Se ha extendido tanto el viejo dicho de que “una imagen vale más que mil palabras”, que la letra ha perdido voz (en pantalla) y voto (en las deliberaciones). Preocupante síntoma y mal augurio para una industria huérfana de ideas y un público rendido a la desidia mental del 3D y otros signos de progreso.
FICHA TÉCNICA
TÍTULO ORIGINAL: Rabia
DIRECCIÓN: Sebastián Cordero
GUIÓN: Sebastián Cordero, sobre la novela homónima de Sergio Bizzio
FOTOGRAFÍA: Enrique Chediak
MÚSICA: Lucio Godoy
PRODUCCIÓN: Guillermo del Toro, Álvaro Augustin, Rodrigo Guerrero, Eneko Lizarraga y Bertha Navarro
INTÉRPRETES: Gustavo Sánchez Parra, Martina García, Concha Velasco, Xavier Elorriaga, Álex Brendemülh, Icíar Bollaín
En el nº 2.710 de Vida Nueva.