Esta imagen (adoptada por ellos desde sus comienzos, a finales del 2005) ha sido reforzada con una gran profesionalidad para su último y recentísimo disco: La llamada. Es una producción de una calidad poco común. Sus trece temas se dejan escuchar fácilmente. Son pegadizos y profundos. Se trata de un rock puro y fresco que roza en algunos momentos el rock sinfónico (Mi fortaleza), los clásicos del heavy metal (Cristo ha resucitado) y que se atreve incluso con el dark metal (tan adecuado para interpretar Getsemaní); hay temas con guiños al pop (Sálvame), al folk (Subirán), a la música celta (el punteo inicial en Bienaventurados) o a los entrañables años 70 (Mares de esperanza o Resucitó); música que se incrusta también en la tradición cultural de la Iglesia (la original y lograda fusión de órgano y guitarras eléctricas en La fortaleza, las voces a capela de Oro del Espíritu o los nutridos coros continuamente presentes que recrean el ambiente de asamblea y de celebración comunitaria).
Un buen disco en el que no faltan distorsiones (Mares de esperanza), solos de guitarra (La llamada) o acústicos (Canto de María). Un grupo con un futuro musical y pastoral prometedor.
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En el nº 2.711 de Vida Nueva.