El proyecto de SSS, impulsado por la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG) y su homóloga masculina (USG), conforma un nuevo tipo de misión marcado por la colaboración entre distintas congregaciones que supera las diferencias de nacionalidades, idiomas, sexos y carismas. Esta nueva manera de entender el trabajo misionero nace con el Congreso sobre Vida Religiosa celebrado en Roma en 2004 (Pasión por Cristo, pasión por la humanidad), en el que se apostó por dotar de más imaginación y colaboración a los proyectos de ayuda al desarrollo y evangelización en los países pobres.
“En mi opinión, la forma moderna de misión no debe consistir sólo en construir edificios: hay que pensar a lo grande. Con una iniciativa ambiciosa, muchas otras más pequeñas surgirán”, cuenta Pat Murray, directora ejecutiva del proyecto de SSS y religiosa del Instituto de la Bienaventurada Virgen María, una congregación más conocida en España como Madres Irlandesas. Jorge Gallardo de Alba, hermano mexicano del Instituto de La Salle y responsable del área educativa de la misión de SSS, apunta que esta iniciativa debe ser “un paradigma” para la Vida Religiosa.
Tres focos de acción
Tras escuchar las necesidades de la población y de las diócesis de la zona y conseguir el beneplácito del MLPS, los impulsores del proyecto de SSS han establecido cinco bases en esta región, en las ciudades de Juba, Torit, Yambio, Malakal y Wau. En estas localidades han levantado centros de formación sanitaria, institutos para la instrucción de profesores y una institución para que el clero y los religiosos mejoren su educación. Estos edificios no sólo se han convertido en puntos cruciales para el desarrollo de la región; también son espacios de contacto con el mundo.
Desde estos cinco lugares, los miembros del proyecto de SSS se desplazan por toda la región para dar cursos de formación a profesores y sanitarios y pastorear a los fieles. El objetivo final, como en tantos otros proyectos, es que los sudaneses que hoy están recibiendo la formación sean los que en un futuro desarrollen las instituciones creadas, convirtiéndose así éstas en autosuficientes.
Las diócesis del Sur de Sudán jugarán un papel principal en el difícil proceso de pasar el testigo y conseguir así que el 80% de analfabetismo (90% entre las mujeres) y la tasa de un médico por cada 100.000 personas dejen lugar a cifras más positivas. De momento, por las aulas de formación para docentes ya han pasado más de 600 maestros de primaria.
Para obtener el dinero necesario para su financiación, el proyecto cuenta con un comité de recogida de fondos en Roma que llama a la puerta de congregaciones, instituciones de la Iglesia y estatales, particulares… “Las órdenes religiosas han dado alrededor de 2,5 millones de euros. La Agencia Española de Cooperación Internacional ha entregado casi un millón. También han colaborado Manos Unidas y Cáritas”, explica Murray.
Hay que intervenir
Pese al dinero ya recogido y al compromiso de los 23 religiosos que están hoy trabajando en el terreno, se necesitan todavía muchos brazos y fondos para que los centros del proyecto sigan caminando. A la hora de pedir fondos –cuenta Gallardo de Alba–, los impulsores del proyecto tratan de convencer a los donantes de que son conscientes del peligro que supone la misión y que, precisamente por eso, hay que intervenir. “No podemos esperar a que llegue la paz, debemos ayudar a construirla con nuestro trabajo”.
Más información en el nº 2.714 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, vea el reportaje completo aquí.