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1. El descenso de la práctica religiosa y, en concreto, de la práctica sacramental en general, como diversos estudios vienen indicando.
2. Lo anterior deriva de una creciente increencia práctica entre la población juvenil y juvenil-adulta. Cuando la increencia práctica afecta a los dos, aumenta la probabilidad de renunciar a una celebración religiosa del matrimonio.
3. Las presiones familiares y sociales han disminuido para “imponer” un tipo de celebración de la boda a los jóvenes.
4. La implantación del matrimonio civil en nuestro país ha contribuido a percibir las bodas civiles y las religiosas con el mismo nivel de “normalidad”. Se ha tratado de dignificar la celebración de los enlaces civiles, donde no falta la pompa y la circunstancia.
5. Como los ritos son “humanamente” necesarios, si la ritualización queda garantizada, se entiende que cada vez sean más los que opten por la boda civil…
Una presunción razonable es que quienes hoy celebran religiosamente su matrimonio lo hacen más por convicción sincera que por convención, y eso es positivo.
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Ante semejante constatación, hay que reconocer dos cosas, a cual más importante: primera, que la pastoral matrimonial y familiar no ha bajado de los papeles (excelentes documentos eclesiales) a la acción pastoral concreta y eficaz en la Iglesia; no ha sido acometida con verdadera voluntad política.
Una segunda situación a reconocer, más grave aún que la anterior y que en gran parte la explica, es que la Iglesia, como institución social, no presenta el mínimo interés para las nuevas generaciones de bautizados. Para comprobarlo, basta asomarse a los resultados de algunos estudios sociológicos muy recientes.
Por lo demás, el problema, apenas apuntado, lleva consigo una preocupante visión de futuro. El futuro del cristianismo en Europa se juega, fundamentalmente, en la familia cristiana.
Con esto no estoy propugnando ni mucho menos el hecho de tener que casar a cualquier precio, sino la necesidad de acometer de una vez por todas y con toda la seriedad que requiere el argumento, una pastoral matrimonial que garantice unas familias cristianas nuevas para una sociedad literalmente nueva.
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