(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)
En la tarea mediadora dentro de la Iglesia hay personas que han luchado por devolver la cordura perdida. Sudaron la camiseta como embajadores de eclesialidad e hicieron el trabajo sucio de amonestar y actuar contra algunos hermanos que perdieron el norte, instalados en el cansino disenso. Les tocó defender a compañeros ante superiores jerárquicos, que les respondieron con desdén y olvido. “Roma no paga traidores”. Los he visto en el mundo laical, destrozados por su tarea mediadora, víctimas del fuego clerical. Los he visto en los presbiterios, tirados en la cuneta porque ya no sirven a los intereses de quienes, escalera arriba, suben en su propia soberbia. Los he visto en los conventos, luchando por hacer de la Vida Religiosa un estado digno y eclesial, y no una residencia para la soltería. Muchos sirvieron al ansia depredadora que sólo buscaba cabezas en bandejas de plata. Hoy están arrinconados, viéndolas venir, viéndolas llegar y viéndolas pasar. Rezan y sonríen. No fue trabajo en balde. Pusieron semilla de cordura. Estuvieron en tierra de nadie. Hablaron cuando y donde debían, y callaron cuando creyeron que el amor era el suave sello con el que debían cerrar la puerta.
- La crónica del director: El continuo disenso no es buen síntoma
Publicado en el nº 2.715 de Vida Nueva (del 10 al 16 de julio de 2010).