(Juan María Laboa– Profesor emérito de la Universidad Pontificia Comillas)
“Nuestras comunidades tienen que convertirse en espacios abiertos, capaces de acoger a todos, sobre todo, a los distintos de nosotros, ser capaces de amarles como ellos son y dejarnos enternecer por las dificultades y dureza de sus vidas”
En esta sociedad laica, en la que el cristianismo encuentra desconocimiento, suspicacias y rechazo, y en la que nosotros, con frecuencia, actuamos sin tino, con poco sentido evangélico, urge un replanteamiento de nuestras formas de presencia y testimonio. ¿Cuál debiera ser nuestro modo de comportarnos.
Nuestros conciudadanos esperan de nosotros un respeto sin condiciones, acogida, escucha y ser reconocidos como personas valiosas. En este mundo tumultuoso, buscan en nuestras comunidades lugares de interioridad. En una época en la que la falta de tiempo nos angustia, aprecian la disponibilidad a la amistad y el tiempo gratuito pasado juntos. Hablamos tanto de compartir y de generosidad que exigen en nuestra vida una gozosa sobriedad, que no ansía tener cada vez más. Nos achacan nuestra incapacidad de bajar cada día al mercado de la vida, de ser dogmáticos sin vivir tanto una espiritualidad y unas exigencias de vida que tengan en cuenta las angustias y las dificultades dominantes, al tiempo que, desde su idea de Jesús, buscan con ingenuidad en nuestras acciones y relaciones la imagen de Jesús libre de cara al dinero, al miedo y a su propia vida.
Carlos de Foucauld insistió en que debiéramos “ver en cada humano un hermano”. Para conseguirlo, tendríamos que dejarnos amar por Dios y buscar su rostro en la oración, en la vida de cada día y en el rostro de aquellos con quienes vivimos.
Nuestras comunidades tienen que convertirse en espacios abiertos, capaces de acoger a todos, sobre todo, a los distintos de nosotros, ser capaces de amarles como ellos son y dejarnos enternecer por las dificultades y dureza de sus vidas.
Para ser católicos y romper las exclusiones que dominan nuestro tiempo contemplemos el plan de salvación querido por Jesús y salgamos del marco de los intereses de nuestra comunidad. Esto es, también, penetrar en el atrio de los gentiles, aconsejado por Benedicto XVI.
En el nº 2.715 de Vida Nueva.