En el momento más complicado, ante una crisis que obliga al brazo social de la Iglesia a abrir al máximo sus manos acogedoras, su única respuesta es de pasión, fe y esperanza. Cree, desde una honda espiritualidad, en las posibilidades de un mundo nuevo. No escatima esfuerzos para conseguirlo. Y lo hace sonriendo, con sencillez y humildad. Con el convencimiento de quien sabe que su propuesta es la única posible: está basada en la justicia.
¿Cómo están siendo los primeros meses al frente de Cáritas?
Están siendo muy intensos, de mucho trabajo. La realidad social en la que nos encontramos está siendo muy dura, muy compleja a nivel nacional e internacional. Esto también te hace vivir mucho más intensamente todo lo que haces. Pero también están siendo unos meses muy bonitos, de mucha paz interior, de mucha profundidad en la gente que voy conociendo, con la que me voy relacionando y con la que vamos construyendo. Están siendo también una aventura espiritual, personal y antropológica. El descubrir países, personas, situaciones, compromisos… es de alguna forma el descubrir lo más intenso, lo más grande, lo más trascendente de lo humano.
¿Por qué entró en Cáritas y cuál ha sido el camino que le ha llevado hasta aquí?
Ha llegado en un momento especialmente difícil… La crisis les ha obligado a multiplicar sus esfuerzos por tratar de atender a todas las personas que llegan en búsqueda de ayuda. ¿Creen que lo peor puede estar por llegar?
Sin duda he llegado en un momento muy difícil, pero también muy bonito, porque tenemos que descubrir posibilidades nuevas, comprometernos aún más, buscar soluciones que hasta ahora no existían. Tenemos que ver cómo organizarnos mejor, cómo generar más comunión, cómo implicar a más gente. Sin duda, es un período muy complejo, en el que mucha gente está sufriendo mucho, pero también la crisis ha de ser un tiempo de oportunidad. En el Apocalipsis hay una cita que estos días me acompaña mucho: “Dios abre una puerta que nadie podrá cerrar”. Esa puerta es en la que nos apoyamos y nos agarramos, y ni las crisis, ni los gobiernos, ni los líderes económicos, nadie podrá cerrar esa puerta, esa oportunidad que Dios abre.
En cuanto al tiempo de extensión de la crisis, no tengo la capacidad para decir si estamos o no ante lo peor. Pero sí es verdad que, en España, hay una cierta protección social que va a ir desapareciendo, con lo cual, los efectos negativos van a ir en aumento. No puedo profetizar el futuro, pero sí que detecto determinados elementos que nos hacen pensar que van a ir a peor las cosas. Eso sí, lo que sí hay es algo seguro, y es que esta crisis viene con resaca. Es decir, las consecuencias de la crisis para los más pobres van a seguir durante más tiempo del que todos deseamos.
Declaración de la Renta
Hace unos meses afirmó que, si la ciudadanía les apoyaba en la declaración de la Renta, podrían atender a doce millones de personas en vez de a seis. En espera de conocer los resultados finales, ¿cuáles son sus perspectivas?
¿Cómo cree que es percibida su labor por parte de la Administración estatal y la sociedad en general?
El nombre de Cáritas es percibido de un modo muy positivo por parte de todos los agentes sociales. Basta asomarse a cualquier medio de comunicación o hablar con la gente para ver que, más allá de las creencias, el papel de Cáritas como Iglesia samaritana y que da la mano a los más pobres es algo que no está en duda. Y eso es una gran responsabilidad, pues nos obliga aún más a tener un mayor compromiso, veracidad y transparencia.
Se han mostrado muy críticos con el llamado ‘tijeretazo’ social del Gobierno. ¿Puede agravar más la crisis que viven en particular muchas personas?
Antes de conocer el ‘tijeretazo’ pedíamos un gran Pacto de Estado de lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social. Con lo cual, si no sólo no vamos a incrementar, sino que vamos a disminuir las políticas sociales, evidentemente, el efecto para los más pobres se va a notar. Creo que nos tenemos que formular varias preguntas: ¿quién tiene que pagar la crisis? ¿Quién la está pagando? ¿A quién vamos a ayudar para salir de ella? Además, tenemos que tener muy claro un concepto: el gasto social es inversión en la persona. Seguro que hay que ser mucho más austeros y hacer sacrificios, y no pedimos gastar por gastar. Sólo pedimos que lo que se gaste se haga en las personas más pobres. No podemos permitirnos tener unos índices de pobreza como los que tenemos. Hace poco presentamos los datos de una encuesta que hicimos a las mismas personas que en 2007. Pues en 2009 ya había un millón de personas por debajo del umbral de la pobreza. Eso antes del ‘tijeretazo’… Vivimos en una sociedad muy frágil y vulnerable.
Si el Gobierno les pidiera opinión sobre el mejor modo de salir de la crisis, ¿qué medida sería la primera que le ofrecerían?
En España, por ejemplo, debería haber un sistema de ingresos mínimos garantizado como derecho subjetivo y que contribuyera a la erradicación de la pobreza infantil. En definitiva, la clave es pensar el mundo desde las personas más pobres y no sólo desde el crecimiento económico, que, por sí mismo, ni nos da un modelo de sociedad mejor ni evita la pobreza. Ahora hablamos de la crisis, pero antes de ésta ya había en España una tasa de un 20% de pobreza, y 900 millones de personas con pobreza severa en todo el mundo.
Contradicción
Aparte de a las autoridades públicas, Cáritas hace un llamamiento a la sociedad. Y explica que la situación de pobreza y exclusión social, además de injusta y desproporcionada, es contradictoria. Como dice, la tesis es que la crisis ya existía mucho antes de que se generalizara en estos dos años, denotándose desequilibrios que tendían a hacerse mayores ya en los llamados tiempos de bonanza. ¿Podría explicar más esta denuncia?
Los años de bonanza económica han incrementado la desigualdad social y han mantenido los índices de pobreza. Y, además, nos han puesto unas gafas que no nos permiten ver la realidad. Cuando hemos vivido engañados y cegados por el bienestar, cuando hemos gastado por encima de nuestras posibilidades y sin mirar al hermano tirado en la cuneta mientras nos mirábamos el ombligo, es muy difícil que, en tiempos de crisis, volvamos a ver la realidad de otra manera. Por eso decimos que ésta no es sólo una crisis económica, sino una auténtica crisis de valores, de cómo ser sociedad.
En la línea de lo expuesto por el Papa en la encíclica ‘Caritas in veritate’, insisten en que la crisis tiene un origen y un fundamento ético. A la hora de platear soluciones, más allá de los planes de ajuste que aplican los gobiernos, ¿considera que está habiendo una reflexión real a la hora de plantear una acción generalizada que implique un cambio en el sistema social y político? O, por contra, ¿el modelo y los intereses que lo mueven son intocables?
También hay que destacar que, más allá de las políticas gubernamentales, las personas tampoco estamos haciendo una reflexión seria sobre lo que implica esta crisis. El Papa afirma en la Caritas in veritate que la cuestión social es hoy una cuestión antropológica. Lo que nos jugamos es lo humano. Y esa reflexión no la estamos haciendo. Los que podemos, vivimos igual que antes. Y los que no pueden, se buscan la vida. Falta una reflexión seria por parte de la ciudadanía, que, al fin y al cabo, está pidiendo a los gobiernos seguir como antes, en vez de apostar por un modo de actuar más justo y solidario. Es un tren que estamos perdiendo, debiéndose achacar a la ciudadanía también su falta de responsabilidad.
Última pregunta. La más concreta: ¿hay esperanza en que lo que resulte de la crisis sea mejor que lo que conocíamos antes?
Como cristiano tengo que creer en la esperanza contra todos los datos que nos dé la realidad. Pero, además, creo que no es una esperanza desencarnada o espiritualista. Mantengo una profunda creencia en que este mundo alberga posibilidades mucho mejores de las que tenemos. Tengo mucha esperanza en que los pueblos se unan para luchar por la dignidad de las personas, en que la Iglesia esté cada día más comprometida con los pobres de la Tierra, en que los pobres puedan ir siendo protagonistas de su vida, en que todas las personas del mundo de buena voluntad nos unamos, nos comprometamos y seamos capaces de crear una sociedad nueva. Si no viviera con esperanza, no estaría aquí haciendo esta entrevista.
En el nº 2.715 de Vida Nueva.
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