A primera vista, ha contestado muy poca gente [el 1,2% de sacerdotes del mundo y el 1,7% de los españoles]. ¿Es así? ¿Eso influye en los resultados del estudio?
La encuesta es representativa, pero no extrapolable. Entre otras cosas, tenemos la seguridad de que refleja que los sacerdotes no son seres extraños con respecto al uso que se hace en la sociedad de las nuevas tecnologías. Responder a la pregunta de cuántos sacerdotes usan Internet es imposible con esta investigación. Lo que nos interesaba saber es: los que usan las TIC, para qué las usan y qué actitud tienen ante ellas.
Como conclusión, los sacerdotes tienen una buena percepción de las TIC [el 87,8% las considera positivas o muy positivas], pero quizá no hacen de ello tanto uso.
El entusiasmo siempre va por delante de la acción, es algo que nos pasa a todos y no significa un rechazo. Pero en general sí, la visión es positiva o muy positiva. Porcentajes muy altos consideran que es muy útil para evangelizar, inculturar la fe, llegar a las generaciones jóvenes y ancianas… A la vez, no es una visión ingenua, sino que se reconocen los límites de las nuevas tecnologías para la misión sacerdotal: para la asistencia espiritual hay una cierta precaución.
¿Cómo se explica eso?
Así que considera que la percepción negativa es escasa.
Sí, son porcentajes bajos y, a la vez, propios de cualquier innovación. En una sociedad, cuando hay alguna innovación tecnológica, siempre hay un porcentaje pequeño de gente a la que le suscita rechazo. Y, por aclarar: no se ha visto una diferencia significativa entre sacerdotes más jóvenes o más ancianos, sino que el que lo necesita lo usa, independientemente de su edad.
Llama la atención lo poco que usan las redes sociales [el 35,3%, nunca]…
Hay muchas variantes. Es una cuestión de tiempo: el sacerdote tiene muchas actividades y una gestión de las redes sociales requiere mucho tiempo (si se hace bien). A la vez, está el extremo opuesto, los que lo usan diariamente [26,4%] lo usan mucho. La gente que aprende a usar una cosa le saca más jugo y el que no lo usa le saca cada vez menos, pero no significa que lo rechace. Además, el sacerdote no siente la necesidad de usar las redes sociales como los jóvenes, que están todo el día juntos y al llegar a casa siguen chateando. En el adulto, el uso es más profesional.
¿Qué se puede destacar del caso español?
El uso en España es superior al del resto del mundo, aunque esto refleja también el índice de penetración de las tecnologías. Hay un dato significativo, que es el uso mayor de los dispositivos portátiles tipo PDA o BlackBerry. Y hay un dato anecdótico, porque puede deberse a muchas razones, que es que el sacerdote español considera Internet menos útil para el estudio. Más de un tercio consideran que es muy positivo, y muchos otros, positivo. Y creo que los porcentajes irán aumentando en la medida en que lo usen más y se extienda el uso, que haya más recursos para ellos…
Romper estereotipos
En este sentido, la Iglesia no está precisamente a la vanguardia en este ámbito. ¿Cómo es la oferta para los sacerdotes, y qué camino queda por recorrer?
¿Lo digital es una tendencia imparable? ¿Estamos en un punto de no retorno, de modo que, o nos subimos a este carro o nos quedamos en tierra?
Es que yo creo que la Iglesia está en el carro aunque no le guste, porque el carro es la sociedad, y puedes estar disfrutando de la carretera o conduciendo el carro, o puedes estar sin agarrarte y pegando botes. Así que la Iglesia sufre, acompaña, mejora o influye en los cambios sociales como ha sucedido en toda la historia. Y sí, las tecnologías condicionan a la sociedad actual y al hombre de la Iglesia; no a ésta en su estructura, pero sí en los modos de llegar a la gente.
¿La formación debería ser obligatoria en los seminarios y noviciados?
Más que obligatoria, diría conveniente. Aunque no podemos caer en el tecnologismo. Es más una cuestión de formación en el uso responsable de estos instrumentos para la actividad sacerdotal, que en el fondo es una educación en el carácter, en las virtudes, en el orden…
Si un obispo está sensibilizado con la comunicación y las TIC, los curas también lo estarán. ¿Y los laicos, qué pueden aportar?
Es verdad la influencia de los obispos. Y sobre los laicos, ciertamente no son mandados, sino que son Iglesia, y, por tanto, todo lo que hagan redunda en bien del sacerdote. Creo que la educación puede ser llevada a cabo por laicos expertos, profesores de universidad, profesionales de la comunicación, etc. Obviamente, luego será necesario un sacerdote especializado para la dimensión pastoral. Pero los seminarios no tienen que tener miedo a invitar a expertos. Ya se hace en muchas delegaciones de Medios, televisiones, radios y webs, y creo que la colaboración crecerá.
En el nº 2.716 de Vida Nueva.
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