Felisa Larrea, alavesa natural de Aramayona, pertenece a las Hermanas Mercedarias de la Caridad, congregación que desde hace ocho años trabaja en el país caribeño. Acaba de regresar de atender durante unos meses la llamada que, tras el terremoto, hizo la Conferencia Dominicana de Religiosos y Religiosas a todos los consagrados para colaborar con sus respectivas comunidades o con alguna de las ONG presentes en Haití. “De las mercedarias fuimos nueve españolas que, tras pasar unos días en Santo Domingo para aclimatarnos a la zona, pronto marchamos hacia Puerto Príncipe, primero, y después a nuestra casa en Jacmel, donde sentí una gran alegría al encontrarme un lugar, pequeño pero muy digno, entre todo aquel caos”.
Hoy, reconoce, la situación no ha variado mucho desde el 12 de enero, cuando el seísmo acentuó la miseria de uno de los países más pobres del mundo. “La situación sigue siendo de pobreza extrema, siguen malviviendo en carpas, poco resguardados de las inclemencias, sin lugares acondicionados para cocinar. La reconstrucción no ha comenzado todavía y lo que más se necesita es comenzar con la construcción de viviendas”.
No olvidar
Felisa marchó en febrero y, tras su regreso, realiza labores de divulgación de la situación de aquel país y de la permanente necesidad de ayuda para reconstruirlo tras la catástrofe. Por ello, ha participado en encuentros con grupos, colegios y en parroquias de diversos puntos del País Vasco. Acompañada de una presentación con fotografías de Haití, traslada la situación de las personas que allí han quedado tras el terremoto. Felisa pretende con ello que la gente no se olvide del país: “Tenemos que seguir ayudando al pueblo de Haití. Si bien el haitiano quiere ser el protagonista de su reconstrucción social, de momento las diversas organizaciones humanitarias son las que están sacando al país adelante”.
Felisa reconoce que Haití tiene ahora una oportunidad de reconstruirse desde cero. “Era un país que para muchos ni existía en el mapa y, ahora, tras el terremoto, todo el mundo se ha volcado con Haití; por eso es importante que sigamos ayudando a esta gente”.
En esencia
Una película: La Misión, de Roland Joffé.
Un libro: El jardinero fiel, de John le Carré.
Una canción: Hegoak ebaki banizkio, de Mikel Laboa.
Un recuerdo de infancia: los montes de Aramayona (Álava).
Una persona: mi madre.
La mayor tristeza: la situación de Haití.
La última alegría: llegar a la casa de las hermanas en Jacmel.
Un rincón en el mundo: las calles de mi pueblo, Aramayona.
Un valor: la dignidad de la persona.
Que me recuerden por… haber sido una persona que se dio a los demás.
En el nº 2.716 de Vida Nueva.