Cristianismo y socialismo

Fernando Sebastián P(+ Fernando Sebastián– Arzobispo emérito)

“Capitalismo y socialismo, en cambio, son creaciones humanas y se mueven en otro nivel. Ni el uno ni el otro pueden cambiar el corazón humano. La verdadera justicia del hombre sólo puede venir de Dios. Las ideas, los sistemas, no cambian el corazón del hombre”

En respuesta a unas declaraciones mías realizadas en León, alguien ha escrito: “Cristianismo y comunismo tienen un fin esencialmente común: construir una  sociedad más justa y equitativa para toda la humanidad, no para unos pocos a costa de los demás”.

Me parece una afirmación gravemente comprometedora para la identidad del cristianismo. Dejemos a un lado cuál pueda ser el fin del comunismo y de todos los socialismos. Pero, ciertamente, el fin del cristianismo no es establecer una sociedad más justa.

El Hijo de Dios no vino a este mundo para poner en práctica un sistema de producción ni de distribución de la riqueza. Jesús pretende anunciar y poner en práctica el Reino de Dios, vino a mostrarnos la verdad de nuestra vida en comunión con Dios, a perdonar nuestros pecados y a abrirnos el camino de la vida eterna.

Lo que ocurre es que, cuando el hombre acepta en su corazón la presencia y la soberanía de Dios, su vida cambia, cambian sus valores y el objetivo de sus deseos. Quien cree en Dios y pone su corazón en la vida eterna queda curado de la injusticia y llega a ser capaz de vivir en justicia y verdad. Si aceptamos la soberanía de Dios, con Él nos vienen todos los bienes. Si la negamos, perdemos la verdadera jerarquía de nuestros valores.

Capitalismo y socialismo, en cambio, son creaciones humanas y se mueven en otro nivel. Ni el uno ni el otro pueden cambiar el corazón humano. La verdadera justicia del hombre sólo puede venir de Dios. Las ideas, los sistemas, no cambian el corazón del hombre. De hecho, la corrupción y la injusticia nacen en todos los campos. El hombre justo hace obras justas. El hombre que no ha sido justificado por Dios, de su corazón injusto saca injusticias sin cuento. Ésta es nuestra fe confirmada por la experiencia.

En el nº 2.717 de Vida Nueva.

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