Evangelizan ellos

Jlcorzo 10(José Luis Corzo– Profesor del Instituto Superior de Pastoral de Madrid)

“Así que ¿no evangelizamos educando, sino amando? Por más pastoral y catequesis que metamos dentro a los de siempre. Y eso que el Concilio ya nos asignó los alumnos preferidos: ‘Los pobres en bienes temporales, los privados de afecto familiar y los carentes del don de la fe’”

¡Vaya susto! El Gran Evangelizador, jefe del reciente Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización, suelta esta evidencia que pocos quieren aceptar: “Nos dedicamos a conservar nuestras escuelas e institutos. Eso estaba bien cuando existía el analfabetismo, pero hoy no podemos hacer sólo eso”, hay nuevas formas de pobreza y, “frente a ellas, la Iglesia ha de presentarse como símbolo de caridad” (en Vida Nueva la semana pasada).

Lo veo un párrafo explosivo en la Iglesia española repleta de centros católicos. Y leo en él varias cosas: una, que se evangeliza con los hechos más que con las palabras; dos, que la escuela es una obra de caridad porque, si no, los ricos ganan siempre (aun educados por nosotros); tres, que acertó san José de Calasanz a finales del XVI: “Hay que dar de leer a los pobres”; cuatro, que nuestros colegios de Primaria y Secundaria pierden sal y tapan luz si, en vez de caridad, dan ideología; y cinco, que nueva pobreza es no saber leer con espíritu crítico ni las letras gordas de este mundo-mercado injusto y sin sentido. Los pobres nos necesitan.

Duele ese párrafo de Mons. Fisichella, porque, a renglón seguido en la misma revista, vuelven a por nosotros: “¿Queréis concertar vuestras escuelas?, dice el ministro Gabilondo: acoged más inmigrantes”. Seguro que ya cumplimos bastante bien con ellos (y con menos recursos que la escuela pública), pero no se ve así, ni los buscamos.

Así que ¿no evangelizamos educando, sino amando? Por más pastoral y catequesis que metamos dentro a los de siempre. Y eso que el Concilio ya nos asignó los alumnos preferidos: “Los pobres en bienes temporales, los privados de afecto familiar y los carentes del don de la fe” (GE 9).

En el nº 2.717 de Vida Nueva.

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