Claro que aquellos atentados son sólo el pretexto, el punto de partida (además del telón de fondo) de un drama sencillo y contenido que reúne a los progenitores de dos posibles víctimas de ese infausto suceso.
Idénticos motivos de alegría o dolor
Ella (la incomparable Brenda Blethyn), blanca, británica y anglicana, es la madre de una joven desaparecida por entonces; él (el malogrado Sotigui Kouyaté), negro, africano y fiel seguidor del islam, busca también a su hijo para poder regresar con buenas noticias a su tierra. Ambos se enfrentan a horas de angustia e incertidumbre, de silencios insoportables y sentimientos encontrados.
Todo ello administrado con pulso firme y exquisito respeto, si bien el realizador sucumbe a un cierto maniqueísmo, que restaría credibilidad a su propuesta de no ser por el sincero mensaje final de la cinta: “La verdadera felicidad es amar la vida”.
Más información, en el nº 2.718 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, lea la crítica completa aquí.
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