En su artículo titulado Una ampolla vale más que mil palabras, Benavente asegura que ha visto a estos jóvenes “dormir sobre esterillas, pasar fríos y calores, caminar en silencio o cantar con los pies destrozados” y que, tanto él como el resto de obispos “nos hemos sentido entre ellos como en casa”.
El obispo de Albacete afirma que “la mayoría participaba con un interés admirable en los ratos de oración, en las catequesis del Camino, en la Eucaristía”, lo que le lleva a concluir que “cuando al joven se le pide poco, no da nada; cuando se le pide mucho, lo da todo. Pero hay que sacarle del ambiente trillado, ponerle en situación”.
Por todo ello, el prelado asegura no comprender “que haya gente de Iglesia cuyos prejuicios les llevan a despreciar estas movidas’”.
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