Es obvio que para algunos medios de comunicación la visita del Santo Padre a Escocia e Inglaterra sólo provoca indignación, recelos y rechazo en la sociedad británica. Se ha llegado a escribir que Joseph Ratzinger tendrá que cancelar todos sus contactos con la población por miedo a ser agredido verbal o incluso físicamente, y es conocido que algún extremista pidió en su día que fuera detenido nada más pisar suelo escocés. La verdad es muy diferente. “El eco de estas protestas –dijo el P. Lombardi al presentar el viaje a la prensa acreditada en el Vaticano– nos parece superior al clima efectivo de la población. Lo que se deduce de algunas encuestas es que el interés por la visita del Papa no es pequeño, mientras que la hostilidad, sólo parte de una minoría. Las protestas forman parte del clima normal de una sociedad pluralista en la que existe una gran libertad de expresión, como es la británica, en la que los católicos son una minoría” (de los 59 millones de habitantes del Reino Unido, son católicos sólo el 8,7%).
En realidad, los periódicos ingleses anuncian que la única manifestación contraria a la visita papal tendrá lugar en Londres el sábado 18 de septiembre en Hyde Park, donde está previsto que por la tarde el Pontífice presida una vigilia de oración por la beatificación del cardenal John Henry Newman, programada ésta, a su vez, para el domingo 19 en el Cofton Park de Rednal, en la ciudad de Birmingham. En esta marcha que recorrerá Picadilly, Trafalgar Square y Downing Street se unirán los militantes de la British Humanist Association, de la National Secular Society, del movimiento Protest the Pope y de otras asociaciones defensoras de los derechos de los homosexuales, del feminismo radical, partidarios del aborto, etc.
Curiosamente, representantes de estos grupos mantuvieron una reunión, en la sede de Scotland Yard, con el obispo de Southwark, Peter Smith, quien declaró al final del encuentro: “¡Gracias a Dios existe la libertad de expresión!”. Por su parte, los manifestantes hicieron patente su voluntad de “no tener la más mínima intención de perturbar las celebraciones presididas por el Papa”. Todo esto no excluye, sin embargo, alguna acción clamorosa protagonizada por algún o algunos exaltados, o que algunos medios informativos partidarios del “amarillismo” (como ha hecho el canal televisivo Channel 4) saquen a relucir temas como la pederastia de algunos sacerdotes o el antisemitismo de personas como el arzobispo lefebvrista Richard Williamson, quien, por cierto, vive retirado en Inglaterra, huésped de una riquísima aristócrata.
Si nos atenemos al programa del viaje, conviene destacar su altísimo nivel institucional, como corresponde a una “visita de Estado” por invitación de la soberana británica. Por razones evidentes, se ha renunciado a algunos “detalles” ligados a este tipo de acontecimientos, como el uso de las carrozas o la asistencia de Benedicto XVI a la cena del viernes 17 ofrecida en Lancaster House por el Gobierno presidido por David Cameron; en ella el Papa estará representado por su secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone.
Horas antes habrá tomado la palabra en el Westminster Hall ante una nutrida representación de la sociedad civil (Gobierno y oposición incluidos), así como del mundo académico, cultural y empresarial y del Cuerpo Diplomático acreditado. Discurso crucial en el que, según el padre Lombardi, “la gran autoridad religiosa y moral del Papa podrá ofrecer una contribución específica importante, serena, positiva y constructiva, de orientación para los grandes desafíos del mundo”. En un artículo publicado estos días en L’Osservatore Romano, el arzobispo emérito de Westminster, cardenal Cormac Murphy-O’Connor, afirma que “será el discurso a la población inglesa en el que se expresará la idea católica de un diálogo fecundo en un país ampliamente secularizado”.
Relevancia ecuménica
Resulta interesante también destacar que en el mensaje previo a su viaje –leído en el curso de la audiencia del miércoles 8 de septiembre– Benedicto XVI haya dado expresamente las gracias al arzobispo de Canterbury, Su Gracia Rowan Williams, por su invitación. El primado de la Iglesia anglicana recibirá al Papa el viernes 17 en su residencia de Lambeth Palace, donde ambos mantendrán una larga conversación antes de asistir, en la Abadía de Westminster, a una celebración ecuménica. Aunque las relaciones entre ambas Iglesias pueden calificarse de excelentes (desde la histórica visita del primado Ramsey a Pablo VI, todos sus sucesores han venido a Roma en más de una ocasión para entrevistarse con el Sucesor de Pedro), la delicada situación por la que atraviesa la Iglesia anglicana y las disposiciones dadas por Benedicto XVI en la Constitución Apostólica Anglicanorum coetibus para la institución de ordinariatos personales para los anglicanos que entren en plena comunión con la Iglesia católica, dan a este encuentro un interés muy particular.
Será un nuevo paso en el diálogo franco de ambas Iglesias que excluya cualquier tentación de imaginar operaciones de proselitismo respecto a los fieles que tienen al arzobispo de Canterbury como Primus inter pares de las Iglesias que integran la Comunión Anglicana (unos 70 millones en todo el mundo). La beatificación del cardenal Newman (un convertido del anglicanismo, como tantos otros intelectuales ingleses) será una buena ocasión para subrayar las convergencias profundas entre las diversas experiencias personales de la fe.
Pero seguramente será a los católicos de Inglaterra, Gales y Escocia a los que Benedicto XVI dedicará su mayor atención. Los obispos se han movilizado no sólo (que también) para recoger fondos que paguen una buena parte de los costos de la visita papal, sino, sobre todo, para que los cinco millones de sus fieles participen activamente; se calcula que en torno a un millón de ellos lo harán en las ceremonias de Glasgow, Londres y Birminghan.
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Días antes del 11 de septiembre –cuando se había anunciado por parte de un insensato pastor norteamericano la quema pública de ejemplares del Corán–, el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, que preside el cardenal Jean-Louis Tauran, hizo público un comunicado en el que afirmaba que “todas las religiones, con sus respectivos libros sagrados, lugares de culto y símbolos, tienen derecho al respeto y a la protección; se trata del respeto debido a la dignidad de las personas que dan su adhesión a las mismas y a sus libres opciones en materia religiosa”.
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En el nº 2.721 de Vida Nueva.
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