Acto seguido y bajo la presidencia de Amato, acompañado por el ministro general de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, Mauro Jöhri; los cardenales Carlos Amigo Vallejo y Antonio Cañizares; los arzobispos de Toledo y Granada, Braulio Rodríguez y Javier Martínez, quien hacía de anfitrión; numerosos obispos de distintas diócesis españolas y más de un centenar de sacerdotes, se celebró la eucaristía de acción de gracias. Entre los fieles, estaba la joven puertorriqueña Ileana Martínez, la mujer del milagro de Fray Leopoldo, quien sufría una patología incurable y cuya curación se atribuye a la intervención del nuevo beato. En su homilía, el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos recordó momentos destacados de la vida del fraile, elevándolo como ejemplo de trabajo y oración para una sociedad, como la actual, en la que figuras como la suya son una señal luminosa. Fray Leopoldo, decía Amato, fue un fraile que tenía los ojos puestos en el suelo pero el corazón en el cielo. El beato limosnero, como lo definió, fue un modelo de trabajo y oración en momentos de persecución religiosa, en medio de las dificultades de la posguerra y en situaciones de rechazo y recelo del nombre de Dios.
Por eso, afirmó, Granada es la ciudad de Fray Leopoldo. Por ella caminó, en ella evangelizó y con su testimonio acercó a Dios a muchos granadinos. Para los que lo conocieron, Leopoldo de Alpandeire era un santo, si bien, como él mismo decía, santo era el hábito que llevaba. El representante pontificio para esta ceremonia destacó la vida ejemplar, la humildad y la caridad del capuchino. Y declaró que “si Granada es conocida en todo el mundo por la Alhambra, también lo es por los muchos devotos de Fray Leopoldo. Porque Granada es la ciudad de Fray Leopoldo”.
Al finalizar la eucaristía, los fieles recitaron los tres Ave Marías, tal y como solía hacer el fraile limosnero cada vez que tenía oportunidad, y se lanzaron vivas por el nuevo beato de la Orden Capuchina y de la Iglesia en España. El acto terminó con unas palabras de agradecimiento del Ministro Provincial de la Orden Capuchina, que hicieron referencia al “ministerio del amor” del ya elevado a los altares.
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A la misma hora en que todo esto sucedía en Granada, en Castel Gandolfo, Benedicto XVI, en su alocución dominical tras el Angelus, destacaba el ejemplo de humildad del fraile capuchino y afirmaba: “Hoy deseo unirme especialmente a la alegría de los fieles de la Archidiócesis de Granada, y de otras partes de España, que esta misma mañana están celebrando con gozo la inscripción, entre el número de los beatos, del nombre de Fray Leopoldo de Alpandeire. Por eso invito a seguir el ejemplo del nuevo beato, a servir al Señor con sincero corazón”. De ahora en adelante, el 9 de febrero –fecha de su muerte– será el día en el que el calendario litúrgico de la Iglesia recordará la figura del capuchino limosnero.
En el nº 2.721 de Vida Nueva.
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