Desde que aterrizaron en la capital, Kiev, la religiosas de la Congregación de Santo Domingo, a través de la Misión “María Madre de Dios”, atienden a niños que, aunque no son huérfanos, pertenecen a familias con pocos recursos o desestructuradas por culpa del alcohol y las drogas . Cumpliendo el carisma propio de la Congregación –la educación integral en la fe–, lo que empezó con unas clases de español y una merienda, fue tomando forma hasta que en 2001 abrió sus puertas el centro Dim Ditey, que en ucraniano significa “Casa de los Niños”. Es lo que más se acerca al proyecto inicial que las religiosas pretendían poner en marcha en Kiev: la primera escuela católica. “Aún no hemos desistido del intento y hay una comisión de padres de nuestros niños que quieren abrirla, pero no tenemos medios económicos”, asegura sor Antonia.
De hecho, quien sostiene el centro de Kiev es fundamentalmente la ONG Dim Ditey, con sede en Alicante, creada por una joven española, madre adoptiva de un niño ucraniano, y el padrino de éste. El resto de los fondos proceden de otras organizaciones, de aportaciones anónimas y de lo que, simbólicamente, aportan los padres de los menores. Sor Antonia reconoce que este año “nos hemos visto muy apretados para procurarles a los niños sus vacaciones de salud”.
Una de las cosas que más preocupa a sor Antonia es el futuro que espera a los chicos y chicas del internado cuando salgan de allí, pues fuera les acechan los peligros de las drogas, el sida –que se extiende peligrosamente por el país– y el alcohol, uno de los males endémicos de la población ucraniana. “No quisiera partir de esta vida sin haber abierto un centro de orientación y acogida para estos jóvenes, casas hogar donde puedan vivir en familia”, apunta.
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Además de la labor que realiza con los niños en el centro Dim Ditey, sor Antonia Estrada colabora con varias ONG españolas cuya labor consiste principalmente en traer niños ucranianos a España –la mayoría de ellos, con problemas de salud por el desastre de Chernóbil– para que disfruten durante dos meses y medio de unas vacaciones en un ambiente sano. Una de ellas es la organización “Ven con nosotros” (www.venconnosotros.es), con sede en Valladolid, que lleva varios años haciendo esto con menores de diferentes internados y orfanatos del país. La religiosa dominica es la persona que les avala ante el Gobierno de Ucrania en todos los trámites de traslado de los niños a España. A su vez, la organización ayuda en todo lo que puede a la obra que lleva a cabo la congregación de sor Antonia y tienen la intención de empezar a traer a España algunos niños del internado de Zhmerinka, con el que colaboran las dominicas.
Mª Jesús Cid es la presidenta de la ONG desde 2006 y, ante quienes piensan que estas vacaciones con mayores comodidades de las que ellos suelen tener en su país pueden resultar “crueles” para los pequeños, aclara: “Las familias piensan que es darles un caramelo para luego volver a quitárselo, pero lo cierto es que los niños vuelven a Ucrania felices porque no deja de ser su casa y vuelven a ver a sus compañeros y a sus amigos”.
Mª Jesús habla de los beneficios que tiene la estancia en España para la salud de estos niños: “Nos limitamos a alimentarles bien, a que les dé el sol y a que sean felices, que eso hace su labor. Pero hay otros que sí tienen problemas un poco difíciles de llevar”. Es el caso de Sacha Khmelova, de 15 años, a la que se le ha diagnosticado recientemente leucemia. Sus “padres” españoles, Francisco Vega y su mujer Maru, llevan acogiendo a Sacha desde que tenía ocho años en su casa de Valladolid, y fueron a visitarla en junio al hospital de Kiev donde está ingresada. Allí les contaron que tenía un 70% de posibilidades de curarse, pero necesitaba dinero para el tratamiento.
Con la primera aportación que ellos hicieron ha sido posible terminar la primera tanda de quimioterapia, pero el tratamiento se prevé que sea largo, por lo que se ha iniciado una campaña para recaudar fondos, en la que también está colaborando sor Antonia. “Nos dio una cuenta donde ingresar el dinero: ella se encargaría de seguir a la niña y sus necesidades económicas. Como nos dijeron que podía ser mucho dinero, ingresamos en esa cuenta más y enviamos un correo a amigos nuestros, familiares y miembros de nuestra ONG”, explica Francisco Vega, quien asegura que el llamamiento está empezando a dar resultados: “Vimos con sorpresa que las cosas funcionaban: empezaba a llegar dinero poco a poco”.
Para Francisco y Maru, todo esfuerzo es poco cuando se trata de Sacha: “Su presencia nos ha enriquecido y de todo esto ha surgido un cariño especial hacia ella que durará toda la vida”, apunta su “papá” español.
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En el nº 2.723 de Vida Nueva.