Para el arzobispo emérito de Sevilla, dicha ley “es abiertamente injusta, porque conculca el derecho más fundamental que puede tener un individuo, como es el de poder vivir”.
Asimismo considera que es una ley “falsa y engañosa, que se esconde bajo la capa de una demanda social inexistente”, así como “hedonista”, “antipedagógica” y “humanamente repugnante, pues olvida los más grandes sentimientos que puede tener la persona, como es el amor a sus hijos. Por el contrario, esta ley invita a la destrucción del fruto de sus entrañas”.
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