Todo ello vuelve a ponerse de manifiesto en el trabajo de David K. Kyle, un documental tan interesante como necesario, al que, sin embargo, conviene hacer algunas puntualizaciones. Formales, por tratarse de un ejercicio cinematográfico; y de contenido, dadas las múltiples perspectivas que intervienen en un asunto de semejante complejidad y calado.
Cobran un valor especial –no sólo dramático– las palabras rotas de todas esas mujeres que sufrieron en sus carnes los riesgos de un aborto y en cuyos rostros y almas aún perduran las huellas de una “libre elección” que no fue tal, o las de la ex propietaria de un clínica donde se practicaron 35.000 abortos.
Demagogias al margen, vale la pena acercarse a Blood money para desenmascarar el negocio del aborto (lucrativo para unos cuantos y tan ruinoso para todos) y reivindicar sin tapujos El valor de una vida, la única que tenemos.
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