¿Cuál fue su labor en el Sínodo?
De por sí, los miembros del Sínodo de Oriente Medio son los obispos de las diócesis de Oriente Medio y, luego, estamos algunos miembros de ciertas instituciones vaticanas. Mi presencia se debe tal vez al hecho de que me ocupo de las Iglesias Orientales en esta Congregación. El Sínodo se hace, sobre todo, para escuchar a los obispos de Oriente Medio y trabajar en las comisiones que luego se irán formando sobre temas precisos. Es también un momento para entablar relación con estos obispos y saber cómo se les puede ayudar.
¿Y de qué forma les puede ayudar el Sínodo?
Ha sido muy útil para todas aquellas Iglesias, una oportunidad porque, al tratarse de un foro público internacional y, por tanto, visible, se ha podido presentar la propia existencia de estas Iglesias que, tal vez, no son demasiado conocidas para el resto de la Iglesia católica y para el público no demasiado especializado. Fue también un momento para el encuentro entre sus distintos representantes, que venían de contextos políticos y sociales diferentes. Entre Irán y Egipto, por ejemplo, hay bastante distancia. Igualmente, supuso una oportunidad para hacer presentes las alegrías y las penas de esas Iglesias.
¿Por qué las Iglesias Orientales son tan desconocidas entre los católicos occidentales?
Las razones son variadas. Una podría ser el hecho de que la mayoría siempre conoce menos los problemas de la minoría. Otro segundo aspecto puede ser la propia distancia física. Son zonas muy separadas en el mundo que, a veces, no han tenido nunca una oportunidad de contacto. Esta situación está cambiando poco a poco con las migraciones, que hacen que todo sea una aldea global, también en el ámbito eclesial. Luego está el hecho de que Oriente se asocia siempre con las Iglesias ortodoxas, que son numéricamente más grandes y más conocidas debido al diálogo ecuménico. Muchos tal vez no sepan que ya una parte del mundo oriental está en comunión con la Iglesia católica. Otra explicación es que durante siglos se ha identificado a nivel jurídico, psicológico y práctico la identidad de la Iglesia latina con la Iglesia católica.
Ha hablado de las migraciones. En los últimos años están llegando a los países europeos católicos de rito oriental provenientes del Este de Europa o de Oriente Medio. ¿Cómo está respondiendo su dicasterio ante esta situación?
su
Causas migratorias
¿Y las últimas oleadas?
Nacen de guerras y crisis políticas y económicas. Los motivos para migrar están relacionados entre ellos. Además de la libertad de cada persona de vivir donde quiera, están las presiones de carácter económico, la guerra, las crisis políticas… Todo esto ha contribuido a que la Iglesia, en las últimas décadas, esté afrontando el problema de la migración a través de la creación de estructuras en Occidente para las Iglesias orientales. Es ya algo habitual que todas las naciones occidentales cuenten con estructuras adaptadas para las distintas Iglesias orientales.
¿Cuál es entonces la principal labor de su dicasterio?
Primero, la sensibilización de las jerarquías locales de la Iglesia latina para que acojan a los fieles orientales respetando sus particularidades. No deben disolverlos en las estructuras ya existentes, sino ayudarles a crear las suyas propias. Hemos hecho un documento conjunto con el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes que indica, precisamente, cómo tratar a estos colectivos. Se les debe ayudar a mantener su propio patrimonio teológico, espiritual y litúrgico en su nuevo país.
¿Se dan muchos casos en que esta riqueza desaparece al integrarse los orientales en otra comunidad?
Benedicto XVI ha realizado diversos llamamientos de apoyo a la Iglesia caldea de Irak. Tras siglos de sufrimiento y persecución, ¿cree que su supervivencia está hoy amenazada?
Hay dos elementos. Uno es la situación de una Iglesia oriental particular, en este caso, la caldea. Todas las Iglesias afrontan las dificultades similares: las propias de Oriente Medio. Luego están las dificultades particulares del momento, como lo que ha sucedido en Irak en los últimos años debido a la guerra y a la inestabilidad. Esta situación está hoy mejorando para todos los iraquíes. Los cristianos caldeos sufren como todos los habitantes de Irak la falta de seguridad. Siendo una minoría identificable, es más fácil ver sus problemas. Al ser cristianos los vemos como nuestros interlocutores, pero nuestra solidaridad debe ser para todo el pueblo iraquí. No creo que haya que dramatizar diciendo que hay riesgo de desaparición.
¿Cómo se encuentran mejor las Iglesias orientales: en un Estado laico o en uno de marcado corte islámico?
La Iglesia vive desde hace 2.000 años, ha sobrevivido y crecido en todo tipo de regímenes y de filosofías políticas. Por eso, no existe una respuesta unilateral a esa pregunta. Obviamente, en las sociedades basadas en principios, digamos, inspirados en Occidente, como la democracia y el secularismo, presentan algunos aspectos que facilitan el desarrollo de la Iglesia, como la libertad religiosa o de expresión. En cualquier caso, la Iglesia tiene una gran experiencia en la convivencia con el islam. En los países musulmanes cuenta con un estatuto personal jurídico que funciona muy bien y reconoce amplia independencia privada y pública.
dmenor@vidanueva.es
En el nº 2.727 de Vida Nueva.
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