Ese mismo día, la portavoz de la ONU en Haití, Imogen Wall, había insistido en que los cinco casos detectados en la capital no indicaban “una nueva ubicación de la infección”, porque se trataba de personas que se habían contagiado en la región de Artibonite, foco de la infección, y que luego viajaron hasta Puerto Príncipe. Aun con todo, la irrupción del cólera en la ciudad puso en guardia a las autoridades, preocupadas por la situación de los campamentos de refugiados, donde todavía malviven en torno a 1.300.000 haitianos desde el terremoto de enero y cuyas pésimas condiciones sanitarias los convierten en lugares especialmente vulnerables al cólera.
Por eso, y a pesar de las buenas noticias, representantes de diversos organismos de cooperación recordaron que el peligro todavía no ha sido completamente superado. “Cientos de miles de personas aún viven en muy malas condiciones en la capital, por lo que la clave sigue siendo evitar la propagación de la enfermedad”, advirtió Sarah Jacobs, de Save The Children.
Las áreas más golpeadas por el brote de cólera se sitúan en la región norteña de Artibonite, por donde pasa el río del mismo nombre, foco al parecer de la infección intestinal y del que muchas personas continúan usando sus aguas. También se han detectado casos en la ciudad de Gonaives, al noroeste del país, y en varios poblados vecinos a la capital.
Ésta es la primera vez en un siglo que el cólera golpea a Haití, un país que, a día de hoy, cuenta con suficientes antibióticos para atender 100.000 casos de la enfermedad y fluidos intravenosos para 30.000 personas.
En el nº 2-727 de Vida Nueva.