(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)
Zapatero no quiere ir a misa. Parece un adolescente díscolo que teme a la mofa de su pandilla después de misa de doce. Tiene este presidente ciertos episodios de adolescente que explican su perfil, y el religioso es uno de ellos. No le molesta ponerse la kipá o el turbante. Tampoco liderar la Alianza de Civilizaciones o leer un texto de la Escritura delante de Obama. Pero a misa, “nada de nada, monada”. Prefiere despedir al Papa en el aeropuerto, como hizo Cameron en Inglaterra (no sabe ZP que el MP británico tuvo que ir antes al funeral de su padre). En el Prat chupará cámara, teniendo la última palabra, y hará una profesión de fe laicista tal que no se le suban los colores. Enrique IV, viendo peligrar el trono de Francia por la presión de la Liga Católica, decidió convertirse al catolicismo pronunciando la ya famosa frase: “París bien vale una misa”. Ni eso parece interesarle a un presidente temeroso de la calle y que se ha empecinado en una espiral de laicismo agresivo que solamente son capaces de frenar algunos políticos clarividentes –que los hay– en las filas del partido gobernante. Otra cosa es que les hagan caso. Lo suyo es de pura adolescencia. Se los carga antes que escucharlos.
- La crónica del director: Casposas y anacrónicas quejas contra el Papa
Publicado en el nº 2.728 de Vida Nueva (del 6 al 12 de noviembre de 2010).
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