Si a ello le sumamos la dispersión geográfica de la población, fácilmente caemos en la cuenta del fantástico reto que tiene planteado la Iglesia en estas tierras, que fueron evangelizadas en la primera hora del cristianismo y que guardan la memoria de Santiago el Mayor. Porque ese invierno demográfico tiene su incidencia en el número de agentes pastorales (sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos), en la asistencia al culto dominical, en la conservación del rico patrimonio cultural, en tantas y tantas cosas de orden práctico. No es de extrañar, por tanto, que el terreno esté abonado para el desánimo y que, por ello, uno de los primeros frutos que se esperan de esta visita papal sea, precisamente, que “sirva para alentar nuestra esperanza, y que nuestra fe se confirme y fortalezca para mantenernos firmes en nuestro caminar, aún cuando asomen el desaliento, el cansancio o la fatiga”, como señala María del Carmen López, secretaria de la CONFER gallega. Esta Misionera del Divino Maestro espera que este gran acontecimiento eclesial “llene de alegría y gratitud el corazón de todos los fieles de esta Iglesia que peregrina en Galicia”.
Una idea en la que también insiste Marita González Sayáns, una activa colaboradora de la Delegación de Pastoral Juvenil de la archidiócesis compostelana, pues a la pregunta de qué espera de la visita del Papa a Santiago, contesta rápidamente: “Para mí, es alegría en el cielo y en la tierra”. Y continúa diciendo: “Espero vivir la universalidad de la Iglesia de Cristo, en la cual todos somos uno, donde vamos a participar movimientos, congregaciones, asociaciones, parroquias, colegios, otras diócesis, diferentes carismas… Espero seguir empapándome de la Gracia de la Iglesia universal de Cristo. “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos”, nos dijo Jesús. Esto lo experimenté muy vivamente en la Peregrinación Europea Juvenil que se celebró aquí en agosto. Espero conocer personas que quieran abrir sus corazones al encuentro con Cristo”.
Protestas minoritarias
Ese es, en líneas generales, el ambiente que se respira en Galicia días antes de la llegada del Papa a Compostela. Salvo algunas voces aisladas, absolutamente minoritarias, contrarias a la visita papal a causa de un laicismo trasnochado, y algunas otras intraeclesiales que cuestionan algunos aspectos organizativos. El gigantesco escenario montado a modo de presbiterio en la Plaza del Obradoiro, la reducción del aforo para la misa a sólo 6.000 fieles o la colecta extraordinaria para sufragar los costes de la visita cuando aún no se sabe cuál es el presupuesto de la misma, son algunos de los motivos que provocan esas críticas y un cierto desapego hacia este acontecimiento eclesial.
Uno de ellos, Luis Quinteiro Fiuza, señala a Vida Nueva que “la visita del Papa a Santiago de Compostela y a Barcelona es una maravillosa oportunidad para revitalizar el compromiso cristiano de la Iglesia en España. La presencia física del Santo Padre entre nosotros nos hará sentir a todos la fundamental importancia de la vivencia gozosa de la comunión en la Iglesia”.
Con respecto a la acogida, el obispo de Tui-Vigo está seguro de que “será ciertamente excepcional. En mi contacto con los diocesanos –señala– he podido constatar la alegría que nuestros fieles sienten por la venida del Papa y las ganas que tienen de verlo”.
“Actividad pastoral es hablar de la Iglesia y de la participación de los cristianos en los procesos de construcción de una nueva sociedad. Hay que hablar de la democracia como primer y más compartido valor de las sociedades laicas en las que se asienta el cristianismo contemporáneo, y hay que dar orientaciones para que los cristianos participemos en la construcción de Europa, en la lucha contra la crisis y en los procesos de paz y de liberación que tanto necesita el mundo. Todo pastoral es hacer un mensaje cristiano basado en la justicia y en la comunión de los pobres. Y nada más que pastoral es enseñar el valor de la oración en comunidad, del sentido liberador de la caridad y del mundo como camino de Dios. Porque eso es la peregrinación. Y ésa es la única razón para que el Papa distinga a Santiago entre todas las ciudades de la cristiandad. Y fuera de este programa, cuanto menos, mejor”, concluye el profesor Barreiro Rivas.
Peticiones desbordadas
También, a última hora, se desbordan las peticiones para participar en la eucaristía de dedicación de la Sagrada Familia. Para la organización de la vista, el templo tenía una gran ventaja: no era necesario construir ningún escenario. Pero el inconveniente es que el aforo de la nueva basílica es para 7.600 personas y un millar de concelebrantes, insuficiente para una visita del Papa. Además, está en medio de un entramado urbano sin ninguna gran explanada.
Como explica el coordinador de la visita en Barcelona, el jesuita Enric Puig, esto se intenta solventar “convirtiendo el espacio alrededor de la Sagrada Familia en una prolongación del templo”. Así, el Arzobispado había previsto unas veinte mil sillas en las calles adyacentes. Allí se podrá seguir lo que pase en el interior del templo a través de pantallas y trescientos sacerdotes acercaran la comunión a los participantes. Hace tres semanas se cerró la inscripción y se ha habilitado espacio para cuarenta mil, pero después han llegado veinte mil peticiones más.
En este aspecto insiste su obispo auxiliar, Sebastià Taltavull: “Estamos muy atentos a la guía de este Papa, porque nos actualiza el Evangelio y la Palabra de Dios. Es un Papa muy claro que deja siempre un mensaje de esperanza”. Taltavull recalca a Vida Nueva “que sus palabras animarán nuestro trabajo diocesano con las familias, los inmigrantes, la pobreza…, e impulsarán el plan pastoral centrado en la evangelización. Todo lo que va a decir nos ayudará y animará”.
También hay coincidencia en otro factor de la visita: la revalorización de la Sagrada Familia como templo cristiano. Casi tres millones de turistas cada año conllevan el riesgo de la mercantilización del templo. En este aspecto, el presidente delegado del Patronato de la Sagrada Familia, Joan Rigol, es muy claro: “La capacidad de atracción de la Sagrada Familia debe servir para dar un mensaje al servicio de la Iglesia universal. Sería un fracaso que la Sagrada Familia se convirtiese en un parque temático”.
Aprovechando el impulso de la visita, el Arzobispado ha hecho un esfuerzo para realzar el sentido cristiano del templo. “Catequesis en piedra” es la definición de una obra en la que Antoni Gaudí opta por poner los retablos en las fachadas y en donde todo simbolismo está vinculado a las Escrituras y a la Iglesia. Armand Puig, decano de la Facultad de Teología de Cataluña, lo resume así: “Los que vean el templo y sepan qué es el cristianismo, comprenderán la Sagrada Familia, pero los que no lo sepan, entenderán qué es el cristianismo”.
Jaume Pujol, arzobispo de Tarragona, también destaca el valor catequético del templo y remarca “que no sería posible explicar el éxito que tuvo la iniciativa y su continuidad sin tener en cuenta la tradición cristiana de Cataluña”. Otro eclesiástico que ha pasado media vida en Asia apunta un detalle curioso. Josep Maria Abella, superior general de los claretianos, asegura que no nos damos cuenta del impacto de su obra en Japón, “un país que no es católico, pero en el que mucha gente verá esta misa por el atractivo de todo lo relacionado con Gaudí”.
¿Beatificación en 2016?
En los días previos a la visita papal, parte del protagonismo también se lo llevan las quejas y protestas por el coste de la misma. Lo que se ha denominado “Zona XVI” son varias manzanas del centro de la ciudad que padecerán restricciones de tráfico y de movilidad. Pero el mismo Ayuntamiento de Barcelona se ha encargado de poner sordina y afirma que la visita revertirá en la ciudad un total de 24 millones de euros en alojamiento, restaurantes, compras y transporte, sin contar el impacto publicitario mundial. El Ayuntamiento calcula que el evento, sobre todo en el recorrido del papamóvil por el centro de la ciudad, movilizará a más de 400.000 personas.
Jordi López Camps, autor del libro Asuntos Religiosos (PPC) y director del Patronato de la Montaña de Montserrat, comenta que las administraciones “desde el primer día han comprendido que la visita implica una gran promoción de la ciudad. Durante 24 horas, todas las miradas estarán en Barcelona”. Pero añade que se está desvelando una nueva percepción: que las palabras del Papa pueden interesar fuera del ámbito católico. “Se puede plantear la acogida logística de la visita como si fuera el Tour de Francia, pero en este caso, además, habrá contenidos”,señala.
Otro ámbito significativo de la visita es la visualización de la realidad propia de la Iglesia en Cataluña, especialmente sensible al uso del catalán. Tanto en la liturgia como en las intervenciones del Papa, este hecho estará muy presente, y la Santa Sede se ha preocupado de encontrar un equilibrio razonable. Como ha recordado el cardenal arzobispo estos días pasados, la Santa Sede está perfectamente informada de la realidad de los lugares que el Papa visita.Martínez Sistach también se ha preocupado de introducir en la visita elementos tradicionales propios de Cataluña, que van desde los postres de la comida que se celebrará en el Arzobispado con todos los obispos españoles (en Santiago también habrá otra comida con el episcopado), a la alfombra de flores típicas del Corpus que cruzará Benedicto XVI cuando se dirija al exterior del templo para rezar el Angelus. Por otro lado, el Ayuntamiento, como otras entidades sociales, han invitado a recibir al Papa con banderas catalanas en fachadas y calles.
Todas estas expectativas se espera que no oculten la dimensión más social de la visita: el encuentro con las familias de niños con discapacidades del Institut Nen Déu, que se hará por la tarde. Después de la belleza artística inspirada en la familia de Nazaret, allí Benedicto XVI tendrá el encuentro, la oración y la foto con las familias. Martínez Sistach ya presentó este acto como “una visita a todas la instituciones de la diócesis que hacen un trabajo similar”. Será importante que tenga la máxima visibilidad como colofón a la estancia de Joseph Ratzinger en la Ciudad Condal.
En el nº 2.728 de Vida Nueva.
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