Al final, los buenos oficios de un puñado de mediadores han hecho posible el giro y dejan en bandeja al Papa la oportunidad de ofrecer su palabra de sentido en un país que contribuyó como pocos a dotar de un alma cristiana a Europa. Su palabra será para todos, como lo fue en Francia, en Chequia o en el Reino Unido.
Quizás este Papa no se dé en esta visita el baño de masas de su antecesor hace 28 años, un viaje de mayor duración y con escalas también en Santiago y Barcelona. El diálogo del cristianismo con las sociedades modernas es uno de los acentos más claros de este pontificado. Y una de las carencias más agudas de la Iglesia en España.
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