El cristianismo naciente ya asienta las bases de lo que será Europa, al ofrecer un horizonte nuevo, para superar una sociedad romana decadente y unir así en su visión elementos judíos, griegos y también romanos. En el siglo VIII, el Beato de Liébana considera a Santiago el evangelizador de España. La cadena de monasterios en el Camino dejó sus huellas en muchos ámbitos del saber.
Goethe afirmó que Europa se hizo peregrinando a Santiago, a la basílica jacobea cercana al Finis terrae. Ese hecho dio pie a Juan Pablo II para proclamar desde Santiago de Compostela, en el año 1982, la llamada a Europa a ser ella misma, recordando sus orígenes, un texto fundamental en la construcción de la Unión Europea.
Hoy siguen llegando los peregrinos a Santiago, buscando luz y fuerza para construir una Europa más digna, más solidaria y fraterna. También Benedicto XVI ha querido sumarse a esta larga historia, como un peregrino más; y, con este gesto, contribuir a avivar las raíces cristianas de Europa.
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