El 6 de noviembre de 2010, durante el vuelo rumbo a Santiago de Compostela, Benedicto XVI respondió a las preguntas de los periodistas -formuladas por el padre Federico Lombardi-, que le acompañaban en este viaje apostólico a España.
– En el mensaje con motivo del reciente congreso de los santuarios, que se celebró precisamente en Santiago de Compostela, usted dijo que vive su pontificado “con sentimientos de peregrino”. También en su escudo aparece la concha del peregrino. ¿Quiere decirnos algo sobre la perspectiva de la peregrinación, también en su vida personal y en su espiritualidad, y sobre los sentimientos con los que se dirige como peregrino a Santiago?
– Podría decir que estar en camino forma parte de mi biografía. Pero esto quizá es algo exterior; sin embargo, me ha hecho pensar en la inestabilidad de esta vida, en el hecho de estar en camino… Sobre la peregrinación uno podría decir: Dios está en todas partes, no hace falta ir a otro lugar, pero también es cierto que la fe, según su esencia, consiste en ser peregrino. (…) En ocasiones hay que salir de la vida cotidiana, del mundo de lo útil, del utilitarismo, para ponerse verdaderamente en camino hacia la trascendencia, trascenderse a sí mismo y la vida cotidiana, y así encontrar también una nueva libertad, un tiempo de replanteamiento interior, de identificación de sí mismo, para ver al otro, a Dios. Así es siempre la peregrinación. (…) Basta decir que los caminos de Santiago son un elemento en la formación de la unidad espiritual del continente europeo. Peregrinando aquí se ha encontrado la identidad común europea, y también hoy renace este movimiento, esta necesidad de estar en movimiento espiritual y físicamente, de encontrarse uno con otro y de encontrar silencio, libertad, renovación, y encontrar a Dios.
– ¿Qué significado puede tener la consagración de un templo como la Sagrada Familia al comienzo del siglo XXI? ¿Hay algún aspecto específico de la visión de Gaudí que le ha impresionado en particular?
– En realidad, esta catedral es también un signo para nuestro tiempo. En la visión de Gaudí, percibo sobre todo tres elementos. El primero es la síntesis entre continuidad y novedad, tradición y creatividad. Gaudí tuvo la valentía de insertarse en la gran tradición de las catedrales, de atreverse en su siglo, con una visión totalmente nueva. Presenta esta catedral como lugar del encuentro entre Dios y el hombre en una gran solemnidad. Tiene la valentía de estar en la tradición, pero con una creatividad nueva, que renueva la tradición, y demuestra así la unidad y el progreso de la historia. Es algo hermoso. En segundo lugar, Gaudí buscaba este trinomio: libro de la naturaleza, libro de la Escritura, libro de la liturgia. Y esta síntesis es precisamente hoy muy importante. En la liturgia, la Escritura se hace presente, se convierte en realidad hoy, no es una Escritura de hace dos mil años, sino que debe ser celebrada, realizada. En la celebración de la Escritura habla la creación y lo creado encuentra su verdadera respuesta, porque -como nos dice san Pablo– la criatura sufre, y en lugar de ser destruida, despreciada, aguarda a los hijos de Dios, es decir, a quienes la ven en la luz de Dios. Esta síntesis entre el sentido de la creación, la Escritura y la adoración es precisamente un mensaje muy importante para la actualidad. Y finalmente hay un tercer punto: esta catedral nació por una devoción típica del siglo XIX: san José, la Sagrada Familia de Nazaret, el misterio de Nazaret, pero esta devoción de ayer es de grandísima actualidad, porque el problema de la familia, de la renovación de la familia como célula fundamental de la sociedad, es el gran tema de hoy y nos indica hacia dónde podemos ir tanto en la edificación de la sociedad como en la unidad entre fe y vida, entre religión y sociedad. Expresa el tema fundamental de la familia, diciendo que Dios mismo se hizo hijo en una familia y nos llama a edificar y vivir la familia.
– Gaudí y la Sagrada Familia representan, con particular eficacia, el binomio entre fe y arte. ¿Cómo puede la fe volver a encontrar hoy su puesto en el mundo del arte y de la cultura? ¿Es éste uno de los temas importantes de su pontificado?
– Así es. Vosotros sabéis que yo insisto mucho en la relación entre fe y razón, en que la fe, y la fe cristiana, sólo encuentra su identidad en la apertura a la razón, y que la razón se realiza si trasciende hacia la fe. Pero también es importante la relación entre fe y arte, porque la verdad, fin y meta de la razón, se expresa en la belleza y se auto-realiza en la belleza, se encuentra como verdad. (…) La relación entre verdad y belleza es inseparable y por eso tenemos necesidad de la belleza. En la Iglesia, desde el comienzo, incluso en la gran modestia y pobreza del tiempo de las persecuciones, el arte, la pintura, la expresión de la salvación de Dios en las imágenes del mundo, el canto y luego también el edificio, todo esto es constitutivo para la Iglesia y sigue siendo constitutivo para siempre. De este modo, la Iglesia ha sido madre de las artes durante siglos y siglos. El gran tesoro del arte occidental -la música, arquitectura, pintura-, ha nacido de la fe en la Iglesia. Actualmente hay un cierto disenso, pero esto daña tanto al arte como a la fe: el arte que perdiera la raíz de la trascendencia ya no se dirigiría hacia Dios, sería un arte escindido, perdería su raíz viva; y una fe que dejara el arte en el pasado, ya no sería fe en el presente. Hoy se debe expresar de nuevo como verdad, que está siempre presente. Por eso, el diálogo o el encuentro entre arte y fe está inscrito en la más profunda esencia de la fe. Debemos hacer todo lo posible para que también hoy la fe se exprese en arte auténtico, como Gaudí, en la continuidad y en la novedad, y para que el arte no pierda el contacto con la fe.
– Otra pregunta fue acerca de la creación del dicasterio para la nueva evangelización, sobre el que muchos se preguntan si precisamente España, país muy secularizado y donde ha disminuido mucho la práctica religiosa, era uno de los objetivos de la misión de ese dicasterio, si no el objetivo principal.
– Con este dicasterio he pensando en el mundo entero, porque la novedad del pensamiento, la dificultad de pensar en los conceptos de la Escritura, de la teología, son universales, aunque el punto álgido sea el mundo occidental, con su secularismo, su laicidad, y la continuidad de la fe que debe renovarse para ser la fe de hoy y responder al desafío de la laicidad. En Occidente, todos los grandes países tienen su propio modo de vivir este problema. (…) España ha sido siempre, por una parte, un país originario de la fe. El renacimiento del catolicismo en la época moderna se produjo sobre todo gracias a España. Figuras como san Ignacio de Loyola, santa Teresa y san Juan de Ávila, renovaron realmente el catolicismo y diseñaron la fisonomía del catolicismo moderno. Pero también es verdad que en España nacieron una laicidad, un anticlericalismo, un secularismo fuerte y agresivo, como pudimos ver precisamente en los años treinta. Esta disputa, más aún, este enfrentamiento entre fe y modernidad, ambos muy vivaces, ha vuelto a reproducirse de nuevo en la España actual. Por eso, el futuro de la fe y del encuentro -no del enfrentamiento, sino del encuentro- entre fe y laicidad, tienen un foco central también en la cultura española. En este sentido, he pensado en todos los grandes países de Occidente, pero sobre todo también en España.
– Con el viaje que realizará el año que viene para la Jornada Mundial de la Juventud, Benedicto XVI habrá efectuado tres viajes a España, más que a ningún otro país ¿Por qué este privilegio? ¿Es un signo de amor o de particular preocupación?
– Naturalmente es un signo de amor. Se podría decir que es una casualidad que vaya tres veces a España. La primera durante el gran Encuentro Internacional de las familias, en Valencia: ¿cómo podría el Papa estar ausente si las familias del mundo se encuentran? El próximo año tendrá lugar la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, y en esa ocasión el Papa no puede estar ausente. Y finalmente tenemos el Año Santo de Santiago, y la consagración (…) de la Sagrada Familia de Barcelona. ¿Cómo no podía venir el Papa? Por sí mismas, las ocasiones son también desafíos, casi una necesidad de ir. Pero el hecho de que precisamente en España se concentren tantas ocasiones demuestra también que es realmente un país lleno de dinamismo, lleno de la fuerza de la fe, y la fe responde a los desafíos que están igualmente presentes en España. Por eso, podríamos decir que la casualidad ha hecho que venga, pero esta casualidad demuestra una realidad más profunda, la fuerza de la fe y la fuerza del desafío para la fe.
Transcripción facilitada por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.