(Jorge Juan Fernández Sangrador – Director de la BAC) Con la visita a Santiago de Compostela y a Barcelona, Benedicto XVI ha brindado a la Iglesia en España la ocasión de profundizar en algunos temas adelantados en el viaje que hizo a Valencia en 2006 para clausurar el V Encuentro Mundial de las Familias.
Fe, arte y familia
Al despedirse en el aeropuerto de Manises, el sucesor de Pedro manifestó su deseo de que dicho Encuentro hubiera servido para que el mundo comprendiese que la alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer establecen un vínculo permanente, es un gran bien para toda la humanidad.
El pasado domingo, Benedicto XVI consagró el templo de la Sagrada Familia de Barcelona. En la homilía, el Pontífice no sólo instó a la sociedad y al Estado a que protegiesen el matrimonio entre el hombre y la mujer, la familia y la vida humana en todas las fases de su existencia, garantizando así el nacimiento y el desarrollo de la verdadera libertad, sino que por la dedicación litúrgica de esa iglesia –ahora basílica–, erigida para expiar los pecados de la humanidad, el Papa ha rubricado una unión indisoluble entre fe, arte y familia, tres realidades que en la obra de Antonio Gaudí refulgen con extraordinario resplandor.
Testigos de Dios vivo
Por otra parte, el 8 de julio de 2006, en la basílica de la Virgen de los Desamparados de Valencia, Benedicto XVI entregó un mensaje escrito a los obispos españoles, en el que los alentaba, en este tiempo de secularismo –que afecta también a las comunidades eclesiales–, a proclamar sin desánimo que prescindir de Dios, actuar como si no existiera o relegar la fe al ámbito meramente privado, socava la verdad del hombre e hipoteca el futuro de la cultura y de la sociedad; mientras que dirigir la mirada al Dios vivo, garante de la libertad y de la verdad, es una premisa para llegar a una humanidad nueva.
La homilía de Benedicto XVI en la eucaristía que presidió en la plaza del Obradoiro versó sobre ese argumento. El mejor servicio que puede prestar la Iglesia al hombre que está en camino, en búsqueda de la verdad, es el de la confesión de fe en Dios, que existe y da la vida; que no es antagonista del hombre, sino origen de su ser, cimiento y cúspide de su libertad, al que ha de abrirse sin miedo. En la homilía pronunciada en la Sagrada Familia, prosiguió con este mismo tema e indicó como acción primordial de la Iglesia la de mostrar al mundo el auténtico rostro de Dios, que es amor y el único que puede colmar el anhelo de plenitud del hombre.
Esperanza, verdad y libertad
El pasado 3 de noviembre, en Roma, Benedicto XVI declaró en la audiencia general de los miércoles cuál era su propósito al viajar a España: “Voy como testigo de Cristo resucitado, con el deseo de llevar a todos su palabra, en la que pueden encontrar luz para vivir con dignidad y esperanza para construir un mundo mejor”. El término ‘esperanza’ ha sido, junto a ‘verdad’ y ‘libertad’, un concepto transversal en los discursos pronunciados en Santiago de Compostela y en Barcelona por el Papa, que deja tras de sí, además de una estela de luz y de futuro, de belleza y de vida, de fe y de amor, deja, dirigida a los católicos españoles, una invitación: que sean en la Iglesia, que es familia santa de Dios, apóstoles de la esperanza.
En el nº 2.729 de Vida Nueva.
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