(Alberto Iniesta– Obispo auxiliar emérito de Madrid)
“Ratzinger, con su bondad, su sencillez y su humildad se gana el corazón de las masas, como ocurrió recientemente en el Reino Unido, y ahora, en España. En un diario inglés se dijo que antes se le temía como a un bullt-dotzer alemán, pero habían descubierto que era, más bien, como un abuelo santo”
Ratzinger, aquel intelectual, casi toda su vida hombre de cátedra, de curia y de despacho, muy lejos de las grandes asambleas y las masas, se ha convertido al recibir el ministerio de Pedro en un hombre cordial y popular, no solamente recibiendo en su casa a obispos y fieles de todo el mundo, como ya era costumbre de los papas, sino saliendo a buscarlos como si fuera el párroco del mundo, O, como dijo en su visita a Santiago, el arzobispo Julián Barrio, el gran peregrino.
Con su bondad, su sencillez y su humildad se gana el corazón de las masas, como ocurrió recientemente en el Reino Unido, y ahora, en España. En un diario inglés se dijo que antes se le temía como a un bullt-dotzer alemán, pero habían descubierto que era, más bien, como un abuelo santo.
No han faltado las manifestaciones de protesta ante el viaje. Si bien minoritarias, mientras se hagan con civismo, debemos respetarlas, porque la fe cristiana se propone, pero no se impone, como dijo Juan Pablo II en Madrid. Aunque pudiéramos, los cristianos no deberíamos organizar una cruzada para ahogar violentamente la voz de los enemigos de Cristo o de la Iglesia.
Como anécdota, es simpático saber ahora que aquel santazo de Gaudí reconociera que la obra que llevaba entre manos le desbordaba, pero que no tenía prisa; que san José la terminaría. Y, casualmente, el Papa que la ha consagrado se llame José.
En cuanto a los esfuerzos y los gastos de la visita, me parece que están más que justificados. Para los católicos, su presencia física y digamos como sacramental ha servido no sólo para encontrarse con el Papa los que hayan podido asistir a las celebraciones, sino también para los millones que a través de la radio o la televisión hemos estado en comunicación y comunión, celebrando el don y el perdón en la cruz de Cristo, que nos ha revelado al Dios que se desvela por nosotros con su amorosa providencia, como dijo el Papa en Santiago y en Barcelona.
En el nº 2.729 de Vida Nueva.
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