“Esta concentración no es contra nadie, sino a favor del sentir mayoritario de un pueblo que ha salido a las calles a defender sus convicciones”, afirmó Francisco Lamoneda, portavoz de la Asociación de Madres y Padres (AMPA), organizadora de la convocatoria. “No queremos imponer credo o religión a nadie; respetamos absolutamente la libertad de todos los padres y por ello las clases de religión son opcionales, pero no podemos consentir que, totalitariamente, nos impongan su no creencia a todos los demás”, concluyó.
Carta de García Aracil
De otro lado, en una carta pública titulada Con la cruz o sin la cruz, el arzobispo de Mérida-Badajoz, Santiago García Aracil, señala que “asumir la cruz interior que supone para nosotros la campaña contra el crucifijo, ha de ser la muestra más clara de que, como Jesucristo, no queremos la muerte del pecador, sino que se convierta y viva”. A continuación, el prelado explica que “no se vence la batalla de las libertades haciendo desaparecer a quien cada uno considera enemigo o simplemente distinto”. Y se pregunta: “¿Condiciona más la presencia del crucifijo en el aula que la acción constante de un programa oficial mediante el cual se inoculan al alumno indefenso principios, formas de ver la vida y de verse a sí mismo y a los demás?”. El obispo sostiene que, “obrando en la línea de suprimir en lugares públicos lo que pueda molestar a una persona, debería desaparecer todo lo que es testimonio de la fe cristiana, verdadera raíz de España y de Europa”. García Aracil concluye afirmando que “la sociedad aconfesional no debe caer en el error de ser confesionalmente antirreligiosa”.
En el nº 2.731 de Vida Nueva.