– ¿Cómo nació la idea de la asociación?
Hace 21 años me enamoré de las nuevas tecnologías. Fui entonces uno de los primeros sacerdotes que navegaba por Internet. Me topé por primera vez con las imágenes que mostraban violencia con los niños y tuve que elegir: o denunciaba lo que me había encontrado o me hacía el indiferente. Elegí la primera, por lo que comencé a señalar a la Policía de distintos países las páginas web en que se mostraba pornografía infantil. Hemos llegado al punto de recibir amenazas, por lo que debo ir siempre con escolta.
– ¿Desde cuándo vive escoltado?
Desde hace diez años. No es una cosa banal, condiciona bastante mi vida. Me pregunto si una persona que defiende a los niños debe tener miedo de alguien. Es paradójico. Las amenazas me las hacen los pedófilos continuamente. Por otro lado, escuchar la situación por la que han pasado estos niños ha hecho que me hiciera una pregunta: yo, como sacerdote, ¿qué puedo hacer por estas criaturas de Dios? Así decidí constituir la asociación Meter para que, desde nuestra humildad, pudiésemos servir a la protección de la infancia.
Curas pedófilos, una vergüenza
– ¿Cómo ha vivido los últimos meses, en los que continuamente aparecían noticias sobre casos de abusos sexuales a menores por parte de sacerdotes y religiosos?
– ¿Por qué cree que antes existía una ley del silencio para enterrar estos delitos?
Pienso que es un problema no sólo de la Iglesia, sino una cuestión cultural generalizada: cuando hay un abuso en una familia, muchas veces la madre no habla, aunque lo sepa. Los que nos ocupamos de abusos a niños sabemos que la conciencia colectiva de los derechos infantiles es reciente, sólo tiene veinte años. Hasta hace poco, al niño no se le veía como un objeto de tutela. Esta situación también afectaba a la Iglesia.
Más información en el nº 2.731 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, lea la entrevista íntegra aquí.
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