En primer lugar, lo que no se puede negar es el florecimiento vocacional que se produce en Lerma-La Aguilera, que cuenta con 181 religiosas, todas muy jóvenes; sobre todo, porque la situación de la Vida Religiosa en general no se le acerca ni de lejos. Tampoco se puede obviar el carisma de la que fuera maestra de novicias y actual abadesa, sor Verónica Berzosa, que ha sido un factor importante en el resurgir de vocaciones.
En cambio, estas virtudes se ven oscurecidas en cierto modo por cuestiones que no están del todo claras y que pueden ser objeto de reflexión. Por ejemplo, se percibe que se ha fraguado una reforma en la clandestinidad, algo que ha provocado malestar en la orden franciscana, que se une al que ya existía cuando callaban ante las peticiones de hermanas para socorrer monasterios que lo necesitan.
Preguntas sin contestar
A estas dudas se unen preguntas sin contestar: ¿dejarán los monasterios que ocupan? ¿En qué diócesis se establecerán? ¿Serán monásticas o de vida activa? ¿Nace algo nuevo? Sobre esta última cuestión, fuentes consultadas por Vida Nueva señalan que no creen que la nueva institución “suponga un plus carismático sobre la inspiración secular de santa Clara”.
Un aspecto que ha sorprendido es que se les haya concedido ser un instituto de derecho pontificio (tienen jurisdicción plena), cuando instituciones de este tipo suelen pasar un filtro y constituirse primero como de derecho diocesano. Al menos, según apuntan las mismas fuentes, “es un agravio comparativo con otras congregaciones”.
El fenómeno Lerma
Que jóvenes con estudios universitarios y buenos puestos de trabajo decidan enrolarse en la Vida Religiosa hoy es significativo, porque no viene siendo lo normal. Muchos achacan este renacer vocacional de Lerma a la abadesa, sor Verónica, y es responsable en gran medida. De hecho, el florecimiento no se puede entender sin su figura. Desde que se convirtiera en la responsable de la comunidad, las vocaciones no dejaron de crecer. El fenómeno continúa, pero con otro nombre, ‘Iesu communio’.
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