(Juan Rubio)
El pasado 4 de diciembre, el Papa daba luz verde a un proyecto acariciado y preparado desde hace años en el seno de las clarisas de los conventos de Lerma y La Aguilera (Burgos). Lo que se ha venido llamando “el fenómeno de Lerma” ha levantado críticas y alabanzas por doquier. Rara cosa hacemos en España que no se lleve a los extremos a favor o en contra. Éste de Lerma es uno más. El proceso se ha llevado con prudencia, sin airearlo a la opinión pública. Es verdad que quienes debían de estar enterados lo estuvieron en tiempo y forma. Ha habido un periodo de maduración en la oración, el estudio, el discernimiento, el consejo espiritual y el diálogo entre las componentes de estas comunidades de clarisas. ¡Son ellas las que han de decidir qué hacer con sus vidas! Nadie ajeno desde la prensa o desde la sociedad es quién para dirigir sus pasos. Nadie debe negar legitimidad al proyecto ni al proceso del que ha resultado este nuevo instituto de Vida Consagrada que ha tomado el nombre de “Iesu communio”. Varios aspectos han rodeado y rodean esta decisión aprobada por Roma y que ha levantado no pocas críticas.
Hay que partir de la honestidad de las religiosas que allí viven y que, de forma sorpresiva, han aumentado extraordinariamente el número de vocaciones. En estos tiempos de penuria vocacional, “el fenómeno de Lerma” es una poderosa llamada que, más que críticas, ha de cuestionar la pastoral vocacional en la Iglesia española. No sucede en otros lugares del mundo, especialmente en Oriente o América Latina, en donde las vocaciones a la Vida Religiosa aumentan. Habrá que discernir antes que criticar. Uno recuerda la amarga experiencia de Teresa de Jesús, trasladándose de la Encarnación a san José y su vuelta posterior. Hay que extremar la prudencia en las críticas. En este sentido, hay que alabar la claridad con la que se han expresado en su comunicado. No hay nada peor para alimentar los bulos que un empecinamiento en no informar sobre la realidad.
Por otro lado, en medio del “fenómeno de Lerma” se levanta la figura de sor Verónica Berzosa, una mujer sobre la que ha pivotado este crecimiento y que, además de superiora, es ahora la nueva Madre General. Mucho me temo que zaherir a la persona sea el único argumento de mentes cicateras. No hay que desdeñar algo que es común en la pastoral vocacional. El contagio personal de ilusión y entusiasmo. Un respeto a la vida espiritual que fluye en aquellas tierras burgalesas debe detener las críticas tan personales y tan anodinas a veces, fruto de esa mezquindad que supone la envidia.
Pero, por último, hay una preocupación que será el tiempo el que se encargue de ir respondiendo. Y es el excesivo apoyo de los nuevos movimientos a esta experiencia de Vida Religiosa, nacida de la fecunda fuente franciscana. Como lo es también el deseo de un buen número de pastores diocesanos que, ensalzando esta experiencia, andan vapuleando y mofándose de otras tan respetables y tan ricas como la de Lerma.La patrimonialización de Lerma es una de las grandes tentaciones que pueden restar libertad al convento. Antes eran los señores feudales. ¡Ojo con los nuevos señores feudales de la vida espiritual que quieren apoderarse del fenómeno! Alabar ésta no es denigrar otras formas.
- A ras de suelo: El rico laicado anónimo, por Juan Rubio
director.vidanueva@ppc-editorial.com
En el nº 2.736 de Vida Nueva.
————