(Camilo Maccise– Ex presidente de la Unión de Superiores Generales)
“El ser humano se va desarrollando en el tiempo. En él se suceden alegrías y penas, esperanzas y realizaciones, búsquedas y encuentros. El cristiano sabe que ‘los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que ha de manifestarse’ en el futuro (Rm 8, 18) y, por ello, vive su vida de cada día con una esperanza activa”
El fin de un año y el principio de otro hacen revivir en el ser humano el sentido de la fugacidad de la vida que transcurre en el tiempo. Es entonces cuando éste aparece como un misterio difícil de explicar y definir. Se tiene la experiencia de lo que es y, simultáneamente, no se sabe cómo explicarlo. La experiencia humana del tiempo trae consigo la seguridad de un acontecimiento que pasó y la incertidumbre del futuro que escapa al control humano.
En los mitos, el dios Cronos mueve el tiempo en la rueda del destino. En la Biblia, en cambio, el tiempo se inscribe dentro de la historia de la salvación que está abierta al futuro, en el que Dios es eterno por ser el Señor de todo el tiempo. Las primeras palabras de la Biblia hablan del tiempo: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gen 1, 1). Las últimas lo hacen también: “Sí, pronto vendré” (Ap 22, 20).
Con la Creación surge el tiempo, y el sucederse de las cosas en el tiempo está determinado por Dios. Todo se realiza en el tiempo y cada cosa tiene su tiempo. El tiempo es efímero y fugaz. El ser humano es como “la hierba que a la mañana brota y florece, por la tarde se amustia y se seca” (Sal 90, 5-6).
La gran novedad es que Dios mandó a su Hijo al tiempo. El ser humano se va desarrollando en el tiempo. En él se suceden alegrías y penas, esperanzas y realizaciones, búsquedas y encuentros. El cristiano sabe que “los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que ha de manifestarse” en el futuro (Rm 8, 18) y, por ello, vive su vida de cada día con una esperanza activa que lo compromete en el trabajo por un mundo más justo y más humano. Al recordar los años que pasan, mira hacia lo definitivo.
En el nº 2.736 de Vida Nueva.